La provincia de Miyagi, en el noreste de Japón, lucha por repoblar sus bosques, diezmados por el devastador tsunami de hace casi un año, mientras que pequeños grupos de agricultores y pescadores retoman paulatinamente su vida tras haberlo perdido todo.

En la ciudad de Natori, en la provincia de Miyagi, la más afectada por la catástrofe con más de 11.260 muertos, el horizonte es el de un páramo de lodo cubierto por nieve y restos de madera del bosque que recorría el litoral antes de quedar arrasado por el tsunami.

El Gobierno ha limpiado las zonas en las que antes se levantaban barrios residenciales, fábricas y campos de cultivo, y ahora solo quedan los cimientos de algunas casas derruidas, cementerios arrasados y las carreteras que delimitaban sus márgenes.

El paso del tsunami borró unos 230 Km de costa y destruyó más de 3.600 hectáreas de bosques, lo que dejó toneladas de escombros de madera que, en esta zona de Miyagi, aparecen apiladas en kilométricas montañas que hacen de barrera natural contra el viento y la arena al cercano aeropuerto de Sendai.

En Natori, donde murieron más de 900 personas, el bosque separaba desde hace cuatro siglos a la población del mar como una barrera que, durante el tsunami, permitió a muchos residentes salvar sus vidas al debilitar la fuerza y velocidad de la gran masa de agua.

El plan es plantar cerca de 500.000 semillas de pino negro japonés en la costa de Miyagi para proteger la zona, transformar la tierra estéril en campos fértiles de cultivo y dar trabajo a las comunidades de afectados.

Las olas, que según afirma avanzaban a unos 100 Km por hora, no sólo arrasaron viviendas y fábricas sino también cerca de 10.000 invernaderos del lugar, fuente de ingresos para la mayor parte de los vecinos.

Kiyoshi Mori es uno de los agricultores que cultivaba en el barrio devastado de Kitakama, en Natori. Ahora ha decidido empezar de cero. Con ayudas del Gobierno, levantaron en diciembre cuatro invernaderos.