A Daniel Valenzuela le gusta evocar la frase de Litto Nebbia “Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia” para argumentar la creación de su libro ‘Memorias Sumergidas’, que revive básicamente historias, costumbres, rituales y otras características que hubo en la comunidad ullunera que se creó alrededor de la Bodega Las Lomas, hasta que todo quedó sepultado bajo el agua, cuando comenzó a llenarse el dique hace 40 años.

El repentino final para un centenar de familias fue el éxodo del valle ‘Las Lomas’, que se volvió particularmente pujante a principios de siglo pasado, cuando Santiago Graffigna decidió emplazar ahí una de sus bodegas.

Los inicios. Procesión de la Virgen de Rosario en el primer edificio de la bodega, construida con adobones (1917).
Constancia. la procesión en los años ’30.

Según Valenzuela, la relación entre los propietarios del emprendimiento y los empleados siempre fue fraterna. Como ejemplo, indicó que se les construía una vivienda a los trabajadores que se casaban y así fue que la bodega pasó a ser el referente en el valle que se fue poblando constantemente. El autor entrevistó a trabajadores de diferentes oficios, hoy ya fallecidos.

Panorámica. Foto tomada desde el techo de la bodega al cerro Tres Marías, que en la primera mitad del siglo pasado era conocido como ‘Lomo de Gato’
Comunidad. Una fiesta de kermeses en los años ’40, testimonio de la gente que ya vivía en el valle.

La primer bodega, de adobe, fue reemplazada con otra construida de material, cuyos vestigios quedan al descubierto cada vez que la escasez hídrica azota al embalse y que se puede ver ingresando por ‘Playa Hermosa’ el último parador antes de ingresar a Villa Ibañez, que se transformó en la villa cabecera. También las raíces de árboles que engalanaron la calle de la puerta del establecimiento vitivinícola. Las procesiones de la Virgen del Rosario formaron parte de los comienzos de ese sitio, que valieron para ir ensamblando culturalmente a los habitantes del lugar en una comunidad.

La calle principal. Era la que pasaba por la puerta del establecimiento, por lo tanto la más transitada de todo el valle. Se llamaba Valentino Ruiz.

 

Vanguardia mediática. Desde la izquierda, Andrés Cortez, capataz, Carlos hijo y Carlos padre Graffigna y dos técnicos operando los equipos de radio para musicalizar la salida laboral.

El autor ya tuvo entre sus manos la ‘prueba de galera’ del libro de 250 páginas y aguarda que lo imprima el Estado provincial. Adjudicó a Carlos Graffigna, nieto de Santiago, una gran influencia para que la obra se haga realidad. Además de aportar el documentos fotográficos, mediante una donación a la Biblioteca popular ‘Luis Solera’, Carlos también aporta con su testimonio. Él fue quien llevó los equipos de radio con los que se musicalizaba el valle todos los días después de terminada la jornada laboral. Esos equipos fueron luego el motivo para que surgiera lo que hoy es LV1 Radio Colón.

Asistentes. Los ‘boyadores’ ayudaban a los vehículos de entonces a cruzar el Río San Juan.
Infraestructura. En los años ’30 comenzó a construirse el puente para que Ullum no se quedara aislado de San Juan cuando crecía el río.

El progreso de la bodega, instó a que se estableciera una capilla y una escuela pública, la 111, y la vida social se diversificaba también en las famosas kermeses. La construcción del puente en los años ’30 evitaba los periodos de aislamiento con la capital cuando crecía el Río San Juan. Lo que parecía la solución perpetua, no duró medio siglo. En los años ’60 comenzaron los estudios para otra obra que anunciaba más progreso y beneficio para la mayoría. Para diciembre de 1980, la bodega ya había sido expropiada, los habitantes del valle habían sido trasladados a viviendas nuevas, pero sin certezas laborales. El embalse de Ullum ya se había apoderado del valle.

Historias. Daniel Valenzuela entrevistando a Carlos Graffigna.
Emprendedor.  Santiago Graffigna posando con las Sierras de Zonda de fondo.