El riesgo se incrementa en aquellos casos en que esos predios son abastecidos para la alimentación de los porcinos con desperdicios crudos de comida de restaurantes o de industrias procesadoras de alimentos. Bajo estas condiciones, la permanencia de la infestación y los riesgos de transmisión de la enfermedad son permanentes.

Existen publicaciones demostrando la presencia de larvas de Trichinella en ratas capturadas en establecimientos faenadores de Buenos Aires.

En la actualidad muy excepcionalmente se practica el diagnóstico in vivo de la enfermedad en los predios con porcinos por medio de técnicas serológicas, siendo necesario implementar su utilización en forma rutinaria lo que facilitaría el conocimiento epidemiológico.

Los laboratorios de las plantas faenadoras con habilitación nacional y controladas por el SENASA detectan en forma eficiente la presencia de larvas del parásito en las carcazas procesadas. En el circuito comercial la situación está controlada y el número de focos relacionados con el mismo está por debajo del 1%.

En cambio, en el circuito de crianza familiar y de subsistencia donde la faena casera es habitual, es donde se producen la mayor cantidad focos. Como factor agravante de la situación, existe en algunas provincias del país la costumbre de consumir embutidos con carne de cerdo tras varios meses de maduración, por lo que detectar el foco de infección resulta en muchos casos imposible.La utilización de carne de cerdo sin previo diagnóstico para detectar larvas de Trichinella spiralis, hace que esta costumbre se transforme en un medio para que los brotes de la enfermedad ocurran año tras año y el número de personas afectadas sea variable, desde unos pocos casos hasta cientos.