Mientras ayer prometía liquidar a los rebeldes, ya en otras ocasiones Rusia debió enfrentar desafiante al terrorismo sin que le temblara el pulso. El 23 de octubre de 2002, un comando de 41 terroristas chechenos irrumpió en un teatro de Moscú y tomó a más de 800 personas como rehenes. La policía asaltó el edificio tres días después y dio muerte a todos los atacantes, aunque la operación provocó también la muerte de 129 rehenes.
Desde el primer día de esa toma de rehenes, Vladimir Putin (por entonces presidente ruso) dio un discurso por televisión en el que declaró que no habrá negociaciones. Ya el 25 de octubre, el cuartel general ruso empieza a planear el asalto a cargo de miembros del Escuadrón Alfa, para acabar con los terroristas. Al día siguiente, los rusos acabaron con los rebeldes, irrumpiendo en el teatro para inyectar gas somnífero y poder matarlos.
Otro de los operativos que tuvieron gran repercusión fue el ocurrido tras episodios iniciados el 1 de septiembre de 2004: ese día, una escuela de Beslán (Osetia del Norte) fue atacada por 32 personas armadas, que tomaron como rehenes a unos 1.100 niños, padres y profesores durante más de 52 horas. El secuestro finalizó con 362 personas muertas, 31 de las cuales eran milicianos independentistas. De los rehenes asesinados, 186 eran niños.
La masacre tuvo lugar el 3 de septiembre de 2004, dos días después de que el colegio fuera tomado por los terroristas musulmanes armados, supuestamente una combinación de chechenos e ingusetios, entre otros. Ese día se produjo un tiroteo entre los secuestradores y las fuerzas de seguridad rusas, dejando un tendal de muertos.
