El tango es símbolo de Buenos Aires. Marginal en sus orígenes, creció en popularidad y hoy suena en bares, tanguearías, teatros, museos y sitios patrimoniales de esa ciudad. Allí también abundan lugares donde mirar y aprender a bailar tango. Antiguos salones, cafés, clubes de barrio que tienen su propia milonga en la que principiantes y expertos de todo el mundo recorren la pista girando en el sentido contrario a las agujas del reloj.

En esta especie de templos tangueros se disfrutan tanto los clásicos como los modernos. No falta, por supuesto, los recuerdos de Gardel, de Troilo y Astor Piazzolla, que conviven con nuevos estilos contemporáneos.