– Sin admisión en los casinos:

�Laura tiene 60 años y desde hace 5 se volvió adicta al juego. A pesar que a fines del 2014 comenzó a participar en las reuniones del grupo de autoayuda, tuvo varias recaídas. Por eso decidió ‘cortar por lo sano. ‘Como me di cuenta que hasta ahora no tengo voluntad para dejar de jugar decidió hacer una autoexclusión de los casinos. Con un amigo que me sirvió de testigo fui a la Caja de Acción Social donde firmé un documento en el que se me prohibe entrar en los casinos. Los de la Caja me sacaron un foto de cuerpo entero y luego la distribuyeron por todas las salas de juego con el aviso de que tengo prohibida la entrada. A los días de que hice eso, no pude soportar las ganas de jugar y entré en un casino. A los 5 minutos, los guardias me tomaron del brazo, me dijeron que no podía estar en el lugar y me acompañaron hasta la puerta de salida. Tuve sensaciones encontradas. Por un lado me sentí angustiada por no poder jugar y, por otro contenta por ver que la autoexclusión funciona. Llevo 3 meses sin jugar y yendo a las reuniones de autoayuda. Pero, aún me encierro en mi casa los fines de semana porque si salgo, me tiento’, dijo.

-Una medida desesperada:

�Mario, de 33 años, dijo que Dios le dio otra oportunidad y que la va a aprovechar. Hace unos años, acorralados por las deudas de juego, decidió suicidarse, pero la soga que se ató al cuello se cortó con el peso de su cuerpo y salvó su vida. Ahí, decidió buscar ayuda. ‘A los 18 años empece a jugar, pero para divertirme. Pero hace un año se transformó en una adicción incontrolable. Por el juego perdí 4 motos de alta gama, la dejé sin leche a mi hija, estafé a la obra social y un hotel en Buenos Aires donde me alojé cuando viajé por un tema de salud, le vendí a escondidas el celular a mi hermano y le quedé debiendo plata a muchos familiares y amigos. Toqué fondo y decidí quitarme la vida. Por suerte fallé porque a partir de ahí comencé una nueva vida con el apoyo incondicional de mi esposa. Ahora soy chef y trabajo sin descanso porque en el grupo de autoayuda aprendí que la plata se gana con esfuerzo y voluntad y no tirando un dado simplemente. También trabajo mucho porque le estoy devolviendo la plata a casa una de las personas que me prestó. Eso me hace sentir una persona digna y con la conciencia tranquila. Se lo debo a mi familia’, dijo.

– Dolor por la decepción a los demás

�Para Gustavo, de 51 años, no fue doloroso perder varios bienes materiales a causa de su adicción al juego. Lo que más lo lastimó fue la decepción que le provocó a su hijo. Dijo que hasta el día de hoy no puede olvidar su cara cuando lo vio a la salida de un casino. ‘Mi hijo sospechaba que yo jugaba, pero siempre se lo negué. Un día estábamos en el trabajo y le dije que me iba a ver un cliente. Me siguió. Cuando estaba en el casino me llamó por teléfono y me preguntó dónde estaba. Le dije que con el cliente. El me dijo salí del casino que te estoy esperando afuera. Cuando vi la decepción en su cara decidí tratar mi adicción. Fui al psicólogo, pero sentí que no supo entender el trauma de los jugadores compulsivos. Por eso estoy en el grupo de autoayuda porque sólo la persona que pasó por lo mismo puede comprenderte y dar en la tecla para alejarte del juego. Llevo 3 años sin jugar y con una vida renovada y en familia que es lo más importante que tengo. Cuándo jugaba me aseguraba de no poner en riesgo su futuro. No vendí el auto ni hipotequé la casa para jugar. Sólo llegué a pedir 4 préstamos en un día para hacerlo’, dijo.