Miden menos de un metro y medio, pero su coraje y bravura es semejante a la de un hombre hecho y derecho. Son niños de entre 7 y 14 años que participan en las domas que organizan las diferentes agrupaciones gauchas de la provincia y con un único objetivo: continuar con una tradición familiar. Sus padres o abuelos fueron domadores que ya se retiraron de la actividad. Hoy se conmemora el Día Nacional del Gaucho (celebra la primera edición del Martín Fierro), y estos chicos lo celebrarán jineteando.
Lautaro Castro es el más joven de la familia. Tiene 7 años, pero su corta edad no es impedimento para ofrecerse a ser el primero en montar al ’chúcaro’. Se demoró más de lo habitual en prepararse. Es que tuvieron que enroscarle en el tobillo con varias vueltas la correa de las espuelas para que no las perdiera durante la doma, porque los accesorios no vienen en tamaño chico. ’Hay ponis que se empacan y no quieren corcovear por eso hay que darle un toquecito con las espuelas. Hay que hacerlo con cuidado para no lastimarlos ni para que salgan como locos’, dijo Lautaro que, por su baja estatura, tuvo que contar con asistencia para subir al poni. Lo ayudaron Lucas y Martín, sus hermanos de 14 y 15 años que también se dedican a la doma. Los tres quisieron seguir los pasos de su padre. ’Quisimos empezar a jinetear porque nos gusta y porque quisimos seguir el ejemplo de nuestro padre. Recién estamos agarrándole la mano, aunque es muy difícil ya que es algo que uno aprende solo y sin entrenarse. Ninguno tiene un poni chúcaro, es por eso que montamos uno únicamente cuando vamos a una doma’, dijo el mayor de los hermanos.
’Sin miedo’ y ’no duele’ son las frases de cabecera de Santino Castro, otro de los domadores más jóvenes del grupo. También tiene 7 años y empezó a participar de las domas desde el año pasado para seguir los pasos de su papá. Contó que ya sufrió varias caídas, pero que eso no lo ’asustó tanto’ como para abandonar la jineteada. ’A veces he llorado cuando me tiró el caballo, pero un ratito nomás. Mientras me sacudo la tierra de las bombachas ya se me pasa todo’, dijo Santino.
Asistir a los festivales gauchos y ver algunos videos de domadas forman parte del entrenamiento de Luciano Hernández, de 10 años. A esto le suma los sabios consejos de su abuelo que fue domador por varios años. ’Mi abuelo me enseñó que el secreto está en acompañar los movimientos del caballo y en saber caer. Siempre hay que tratar de proteger la cabeza con los brazos durante una caída. A mí me tiró el caballo un par de veces y no tenés tiempo ni de pensar qué hacer. Uno sólo cierra los ojos y espera que el golpe no sea demasiado fuerte’, dijo el chico.
Perderle el miedo al dolor y a las caídas, andar en bicicleta para fortalecer las piernas, acostarse temprano el día anterior a una doma para que el cuerpo descanse y comer sano, son las conductas incluidas en el decálogo de estos jóvenes jinetes. No así el entrenamiento constante, ya que para estos chicos la destreza para la doma es algo que se hereda y se lleva en la sangre.

