Caminando rápido, llevando en la mano un pequeño sombrero negro que alguien olvidó cuando fue a comprar, Pascual apuró el paso hasta la vereda. Iba a posar junto al carrito azul que durante décadas su padre, Julio César Olivera, estacionó en la puerta de la Escuela Bernardino Rivadavia, sobre calle San Luis. Afuera lo esperaban, con alegría de chicos, hombres y mujeres que pisando los 40, volvieron a la escuela 28 años después de haber egresado, para festejar de un modo muy especial: rendir homenaje, en la persona de su hijo Pascual, a la memoria de aquel hombre que durante tanto tiempo recibió a generaciones de chicos sanjuaninos cada mañana, antes de entrar a clases, para ofrecerles el paquete de tutuca, las galletitas Manon o el chicle Bazooka para endulzar la mañana.
"Siempre lo acompañé a mi papá, fue el mejor padre del mundo", se emocionó Pascual, sentado en el asiento del carrito, que está casi igual a cuando lo conducía su padre. "Y mire que fue padre y madre. Nosotros somos tres hermanos y tuvimos la desgracia de perder a mi mamá cuando éramos niños. Pero él siempre nos cuidó y trabajó para nosotros. Fue un hombre bueno", dijo, justo antes que las lágrimas le impidieran seguir recordando a aquel hombre de sonrisa bonachona, que con su gorra de paño y su bufanda para los días de invierno, se apostaba en la puerta de la escuela que se convirtió así en su segundo hogar. Hoy, Pascual todavía vende golosinas en el carrito azul de su padre, don Julito (como lo llamaban los niños), pero además atiende el kiosco que funciona en el patio de la escuela.
"La idea de hacer este homenaje fue un poco de todos", contó Antonio Parra, uno de los organizadores del reencuentro de ex alumnos, que luego de participar de un acto escolar y donar libros a la escuela, quisieron recordar a quien fue tan querido para ellos. "Don Julito fue una parte muy importante de nuestra niñez. Lo que pasó fue que cuando nos juntamos y empezamos a organizar este reencuentro, entre los recuerdos comunes que todos teníamos, estaba el carrito azul de don Julito, su sonrisa de cada mañana y su presencia tan querida. Ya entonces lo acompañaba Pascual, por eso aunque hoy don Julito no esté, nos pareció importante homenajearlo en la persona de su hijo", explicó.
Una foto pegada en un pergamino recoge el afecto y la gratitud de todos los ex alumnos, que volvieron a la escuela por un día para recordar a aquel hombre para quien, según dijeron, "las matemáticas siempre fueron una cuestión de magia: él siempre hacía que la monedita alcanzara para lo que los chicos querían comprar".

