Tienen entre 7 y 10 años y toda la curiosidad propia de los chicos de esa edad. Pero algo los distingue: nacieron en Astica, una pequeña población de Valle Fértil donde todas las familias crían a sus chicos con leche de cabra, un animal que para ellos es fuente de sustento durante gran parte del año. Ellos, además de tomarse la leche y comerse los quesillos que fabrican en sus casas, buscaron la manera de encontrarle otra utilidad a ese producto que a veces sobra y que hay que tirar, porque no hay cómo mantenerlo refrigerado. Y lo que nació como un proyecto para participar en la Feria de Ciencias escolar, ahora puede convertirse en una nueva salida laboral y un emprendimiento genuino para los puesteros del Valle Fértil: la fabricación de jabones artesanales hechos con leche de cabra.
"Los chicos hicieron todo -cuenta Julio Díaz, profesor de la Escuela Benito Lynch, donde empezó el proyecto- porque participaron en cada etapa de la fabricación: desde extraer la leche, separarla, congelarla y luego mezclarla con el resto de los ingredientes para obtener los jabones". Para eso, claro, se involucraron en cada parte incluso previa al proceso, participando en la tarea del ordeñe, que se realizó en los corrales de los puesteros astiqueños. Como si fuera un juego, los niños participaron de una labor propia de la zona con los animalitos que les son tan familiares, porque forman parte del paisaje pueblerino.
Con forma de corazones, de triángulos o de rombos, los jabones esperan prolijamente alineados el tiempo necesario para ser envueltos y envasados. "La idea fue encontrar una aplicación para la leche que sobra y no se puede conservar, que al mismo tiempo sirva como un emprendimiento para la gente del pueblo y que sea algo distinto a los quesillos y ricotas que ellos ya sabían fabricar. Averiguamos el procedimiento, las propiedades de la leche de cabra y nos pusimos a trabajar, con el entusiasmo de los niños como movilizador", relata el docente.
A su modo, los chicos cuentan cómo hicieron el jabón, mirando cada tanto a su profe para asegurarse que no se están olvidando de nada. Muestran las fotos de cómo obtuvieron la leche y la preservaron y después, cómo fue la tarea de lograr la mezcla con aceite de oliva y soda cáustica para fabricar la pasta que luego se convertirá en jabón. "Si uno la quiere más espesa, revuelve más, y si la quiere más blandita, revuelve menos", dice uno de ellos, imitando con grandes ademanes el movimiento de revolver la mezcla. El paso a los moldes y el tiempo de espera son las otras etapas que relatan. "Hay que esperar como un mes -dice- para que el jabón quede bien y después, ya se puede usar", concluye mostrando el producto final: vistosos jabones artesanales que, según sostiene una de las niñas, "hace bien a la piel porque tiene leche de cabra y aceite de oliva, que ayudan a cuidar de la sequedad".
Aunque todavía nadie está fabricando los jabones con fines comerciales, los chicos y los profesores confían en que alguien hará suya la idea y empezará con el emprendimiento. "La intención fue encontrar una alternativa y una salida de trabajo, con algo que tenemos en nuestro pueblo. Por eso queremos darlo a conocer, porque queremos que la gente de Astica se beneficie haciéndolo", asegura Díaz.
