Pintarse el rostro con un corcho quemado y almidonar la camisa del disfraz, los hizo retroceder en el tiempo. Así, el festejo por los 204 de la Revolución de Mayo, que tuvo como protagonistas a los participantes de las Pistas de Salud de Capital, fue similar a un acto escolar en el que las mujeres y hombres mayores volvieron a ser niños, al bailar. El festejo patrio fue en la plaza Aberastain y participaron más de 100 personas de distintos barrios del departamento.
Pidieron prestados los trajes, alquilaron las polleras y hasta usaron las camisas de sus maridos. Y todo eso valió la pena porque pasaron un día maravilloso. ’Ya criamos a los hijos y a los nietos. Ya vivimos gran parte de nuestra vida y festejar disfrazadas y divertirnos tanto nos hace volver sentirnos jóvenes’, dijo Ilda Pettinari de 77 años, que participó con sus compañeras de la Villa América. Las mujeres bailaron varias veces.
Al igual que ellas, muchas mujeres más se animaron a ponerse el traje de paisanas y hasta de gauchos con tal de pasar una jornada totalmente festiva. Y el colorido de la fiesta fue tal que hasta los árboles y los postes de la luz vistieron de celeste y blanco. Y si bien los hombres que participaron fueron pocos, no dudaron ni un instante en zapatear con fuerza cuando les llegó el turno de bailar.
Beatriz Galeone fue el centro de atención del festejo. Camisa blanca, pollera roja con lunares y pañuelo haciendo juego fue el traje elegido por la mujer de 66 años que bailó el candombe del Negro José. Con una bandera plástica de Argentina fue la encargada de ponerle ritmo a la previa del festejo y hasta se animó a bailar con todo el mundo. ’Es como estar en un acto de la Primaria. Me encantó tener que disfrazarme’, dijo la mujer.
A diferencia de otros años, esta celebración capitalina, no tuvo como baile central el Pericón. Es que, esta vez buscaron que cada Pista de Salud se la ingeniara para bailar otros ritmos del folclore nacional. Por eso hubo grupos que revolearon pañuelo con las zambas, y zarandearon las polleras con las chacareras, gatos y cuecas. Además de la alegría de los miembros de las pistas, hubo muchas familias y peatones del microcentro que acompañaron a los adultos que contagiaron risas cuando pidieron prestado el micrófono y gritaron ’aro, aro, aro’.

