Una diferencia con la madre. La fuerza pero también la audacia de los 18 años. Las ganas de animarse a descubrir el mundo. Su temperamento. La invitación de los parientes que habían partido de Bolivia con nuevos rumbos y posibilidades de trabajo, esforzado, pero trabajo al fin. Quizás todos esos factores fueron lo que se combinaron para que don Rosendo Rodríguez Escobar llegase a San Juan en la década del ’50, sin siquiera haber terminado la escuela primaria.
Tenía la vida por delante. Había dejado atrás su rutina en Cochabamba, salvo el noviazgo con Catalina Torrica, el que se mantuvo firme, hasta que se concretó, unos años más tarde, el casamiento. Antes de eso, la única situación que obligó a Rosendo Rodríguez a volver a su país natal, trabajó como carpintero, como encofrador, en la cosecha de uva y aceituna, también se inició como ladrillero, oficio que abrazó para siempre y el que le permitió tener una casa en Bolivia y otra en San Juan.
Con 25 años empezó a delinear su destino: retornó a su país, se casó y allí nacieron sus hijos Angela, Santiago y Juan Carlos (que falleció). Como en Bolivia faltaba trabajo, en 1959, desandó el camino ya conocido y se estableció en San Juan, donde se agrandó la familia con la llegada de Raúl, Oscar, Crespín (que también falleció) y Elías.
"Las paradojas de la vida lo llevaron a mi padre -que hoy al igual que mi madre tiene 81 años- a volver al lugar donde más sufrió. Al principio en San Juan no le pagaban bien, las condiciones de trabajo eran muy precarias. Sin embargo, aquí se quedó y aquí creció. Hoy todos sus hijos seguimos sus pasos como ladrilleros e inclusive esta tarea nos ha dado posibilidades para encarar otros rubros como el transporte o la apertura de canchas de fútbol”, cuenta Santiago Rodríguez, quien detalla que con el tiempo, trajeron a sus abuelos, los que fallecieron en San Juan.
"Mis abuelos adoran esta provincia, su tranquilidad y la posibilidad de crecer sin dejar su identidad de lado. Nunca se arrepintieron de elegir este destino y si bien no olvidan que son bolivianos y mantienen vivas muchas costumbres e inclusive las comidas, se sienten sanjuaninos. Hoy por hoy, ninguno de nosotros elegiría Bolivia para vivir, sería difícil volver a empezar de cero. Pero lo elegimos como el mejor lugar para hacer turismo”, cuenta Celia Román, una de las nietas de matrimonio que aquí se enraizó gracias a la descendencia, la que en junio próximo, va a premiarlos con su primer bisnieto, sanjuanino de pura cepa, boliviano por tradición.