Con la espalda encorvada y el pelo color ceniza, como testimonio del paso del tiempo, Vicenta Cortez disfruta de poder pasear caminando por el barrio. Es una de las actividades que más disfruta y demuestra que en su vida nunca estuvo quieta. Hoy cumple 106 años y, después de haber trabajado como cosechadora en distintas fincas a lo largo de su vida, asegura que lo más importante para poder contar tantos años es "trabajar, trabajar y trabajar. Y también comer mucho y de todo".

Las arrugas de su cara, sobre la piel curtida, dejan entrever que pasó mucho tiempo bajo el Sol. Tanto tiempo que no recuerda a qué edad comenzó a trabajar en la finca. "No me acuerdo cuántos años tenía cuando empecé a atar viña, pero sé que era muy chica", dice Vicenta con una sonrisa. Y cuenta que cosechó distintos tipos de cultivos: ajo, cebolla, uva, aceitunas.

En su larga vida crió 6 hijos. Y actualmente sólo vive junto a su esposo, un santiagueño que conquistó su corazón y logró casarse con ella cuando tenía 63 años. "Ya era grande, pero me casé con mi viejito porque ya no quería estar solo", dice la abuela. Y cuenta que hoy se dispone a pasar su cumpleaños junto a su marido, sus hijos y el resto de la familia. "Vamos a juntarnos a comer. Vamos a hacer algo chiquito, para la familia", dice Vicenta con una sonrisa. Sin tener en cuenta que esa familia está integrada además por 34 nietos, 70 bisnietos y 6 tataranietos. "Seguro no vamos a estar todos, porque somos muchos. Yo, por suerte, pude venir este año", cuenta Lorenzo, uno de los hijos de Vicenta que llegó desde Buenos Aires para festejar el cumpleaños de su madre.