Santiago Minín, Fabián Rombolá y José Bottino no se conocen, pero saben de la existencia de cada uno de ellos porque tienen cosas en común. Por un lado, son fanáticos de los autitos de colección; por el otro, tienen negocios y además decidieron exhibir sus pequeños tesoros en sus comercios, ubicados en Capital.
En un almacén, una heladería y en una agencia de venta de autos, las Ferrari, los autos clásicos, los tuneados y las réplicas de motos se mezclan con la mercadería a la venta. En los tres casos, los pequeños vehículos están prolijamente colocados en vitrinas y hasta con carteles identificadores, como en el negocio de Minín, que parece un micromuseo.
No importa la marca del fabricante o el tamaño del autito, la gente que va a comprar no puede dejar de mirarlos.
La mayoría de estos juguetes fueron comprados en otras provincias e incluso países, por lo que algunos autitos tiene detalles tan atractivos como cautivantes, difíciles de ver en cualquier juguetería.
Fabián Rombolá
Los Duravit de Casa Chait
No recuerda la edad en la que empezó a juntar autitos, pero sí el primero. Fabián Rombolá (41) tenía una camioneta Chevrolet Apache de la marca Duravit, que compró en Casa Chait y que perdió con los años. Sin embargo, aún conserva algunos de los que vendía aquel tradicional comercio, ya desaparecido. Lo cierto es que a los autitos de la niñez se sumaron otros en la adolescencia y la adultez. Y hoy Fabián tiene más de 150 cochecitos y motitos. A unos 40 los tiene exhibidos en su agencia de venta de autos y motos, por avenida España; los demás esperan por nuevas vitrinas.
‘De niño rogaba que me regalaran autitos y ya de grande empecé a comprarlos cuando veo alguno que me llama la atención. No me importa la escala o el fabricante, así que tengo desde un Ford Taunus marca Jet a varios Hot Wheels. Los de antes eran de mejor calidad, pero los autitos de ahora tienen más detalles‘, contó el comerciante. Casado y con dos hijas, la pasión por los cochecitos en realidad la heredó su sobrino Valentino, con quien comparte los juguetes. ‘Mi objetivo es poder exhibir todos mis autitos en la agencia, pero a la vez también los de verdad, porque de grande también me fui comprando vehículos de colección‘, afirmó Rombolá, quien tiene, entre otros, un Renault Dauphine de 1961 y una Siambretta 48, obviamente, originales.
José Bottino
Para juntarlos y regalarlos
Entre las cremas heladas y los chocolates, los niños y grandes que van a una heladería de Ignacio de la Roza antes de Alem hasta eligen el modelo y preguntan cuánto vale. Pero en la heladera exhibidora, los autos de colección de José Bottino (77), el propietario del lugar, no se venden. El hombre siempre compró autos en sus viajes para regalarle primero a los hijos y luego a los nietos. Pero hace unos años, encontró un negocio en Buenos Aires donde comprar algunos modelos a escala y los empezó a coleccionar. Igual, mantiene la tradición de regalarlos y algunos de los exhibidos ya tienen dueño; sólo hay que mirar debajo del cochecito el nombre del nieto afortunado.
A 34 de sus autitos los tiene exhibidos y otros tantos están en su casa y en las de sus hijos. Los colecciona por la escala (tienen que ser 1:18) y por lo que crea que salga de lo común. Además, el fanatismo por la colección alcanzó a su esposa, Lidia, y a su hija Liliana, que aportaron lo suyo. Por ejemplo, Lidia sumó un Ford A de color rojo, su favorito, y Liliana un Chevrolet Corvette de color negro y una moto Vespa en miniatura.
Por otro lado, en la heladería los autos opacan otra mini colección, que tiene su atractivo. Cerca de la caja registradora hay un estante con molinillos de café, de distintos modelos y épocas. Son 14, comprados en distintos viajes.
Santiago Minín
El almacén que le rinde un tributo a las Ferrari
Los domingos a las 11 y en su Friuli natal, en Italia, Santiago Minín (82) esperaba que su padre pusiera el vermouth y la picada de fiambres en la mesa. Era la señal para sentarse a la mesa y escuchar por radio los Grandes Premios de Fórmula 1, para alentar a Ferrari y con el tiempo al piloto del que eran seguidores, Juan Manuel Fangio, quien también corrió para la marca.
Desde entonces, Santiago Minín amasó un fanatismo por Ferrari que años después y convertido en ciudadano argentino, lo llevaron a coleccionar autitos de la afamada automotriz italiana.
Y no sólo eso, tras quedarse sin lugar en su casa comenzó a exhibirlos en su almacén y rotisería de calle Laprida, en pleno centro. El lugar ya es reconocido porque entre la mercadería y los vinos se mezclan los estantes de autitos.
‘Casi todos los Ferrari los conseguí en Italia, en distintos viajes. El primero que compré fue un Fórmula 1 que me lo robaron, así que desde entones los exhibidores son cerrados y los autos están atornillados o pegados‘, contó Santiago.
El nivel de detalle de los autos es asombroso y hay algunas maquetas que representan momentos, como un abrazo entre Schumacher y Barrichello, mientras que otras tienen el sonido del motor de F1 en una vuelta completa a un circuito.
Pero además, en el almacén hay publicaciones con la historia de Ferrari, posters y gorras. Además, Santiago logró completar una colección de autos de rally, unos 60 vehículos de distintas épocas que fue comprando parcialmente.
El fanático de la Fórmula 1 ya fue a Grandes Premios en Australia, Monza, Buenos Aires y Brasil, lugares en los que aprovechó para traer autitos bajo el brazo.
‘Entre los exhibidos y los de casa tengo más de 150 autitos. Nunca me puse a sacar la cuenta de cuánto gasté y jamás lo voy a hacer, por miedo a que se entere mi esposa‘, contó sonriendo.

