Elia Vargas dejó la Biblia nuevamente sobre su mesa de luz para recurrir a ella cuando vuelva a sentir dolor en el pecho y miedo, tal como le ocurrió hace 34 años. Es la madre de José Riveros, uno de los excombatientes sanjuaninos que viajó a Malvinas. Dijo que como en 1982 volvió a rezar día y noche para que su hijo regrese a casa sano y salvo. Y cuanto antes. DIARIO DE CUYO charló con madres y esposas de estos veteranos sobre el viaje que realizaron a las Islas. Todas coincidieron en que volvieron a vivir la angustia de la espera y que ruegan que este viaje sirva para cerrar viejas heridas.

La situación es diferente, pero para Elia, de 86 años, es igual de angustiante. Tanto que no puede contener las lágrimas. ’Tengo la sensación de que en cualquier momento me van a golpear la puerta para decirme que a José le pasó algo malo. Sé que está en Malvinas de visita, pero eso no deja de asustarme y por eso no aguanto la espera. Necesito verlo. Durante la guerra lo esperé por 3 meses, ahora no sé cuántos días voy a soportar. Por eso rezo todo el tiempo como en el ’82, aunque ahora lo hago sola porque mi marido falleció hace 3 años’, dijo la mujer.

Marta Castro, madre de Roberto Arroyo, dijo que a pesar que su hijo le manda un whatsapp todos los días, igual sufre porque sabe que está lejos y no puede verlo. Entre lágrimas confesó que no logra controlar la angustia y el temor que siente porque su hijo volvió a las Islas. Y que, como en aquel entonces, espera que vuelva a casa. ’Las familias de los soldados también sufrimos la guerra. Mi marido se iba amanecido a trabajar porque se pasaba toda la noche escuchando la radio para ver si teníamos alguna noticia de Roberto. Y yo lloraba día y noche. Todos esos malos recuerdos volvieron a mi mente y a mi corazón con este viaje. Claro que también regresó el orgullo que siento por tener un hijo que peleó por su Patria’, dijo la mujer.

Revivir recuerdos dolorosos también es lo que le provocó este viaje a Elena Cárdenas, esposa de Héctor Fernández. Ella vivió la guerra muy de cerca junto a sus hijos de 3 y 8 años. ’Vivíamos en la Base Naval Puerto Belgrano cuando comenzó la guerra. Héctor me pidió que me fuera con los chicos a Mendoza, pero me quedé porque ahí había más posibilidades de tener noticias. Vivíamos encerrados con todas las ventanas tapadas con frazadas porque había peligro que atacaran la base. Por eso también hacíamos simulacros de abandono con los bolsos que ya teníamos preparados con ropa, agua y comida. Teníamos que atravesar un campo grande con rosetas para llegar a los búnkers. Terminábamos todos lastimados. Cuando Héctor me dijo que viajaría nuevamente a las Islas, en un principio no estuve muy de acuerdo porque era revivir todo el dolor y la angustia. Pero luego pensé que podría servir para que estos soldados se liberen de ese pasado, cierren viejas heridas y puedan cerrar finalmente esa etapa de sus vidas, por ellos y por sus familias. Por eso le volví a armar la mochila a mi esposo como hice en 1982 cuando me dijo que iba a luchar por Malvinas. Le coloqué el mismo Rosario que le puse en aquel entonces y le dije las mismas palabras: ’quiero que este Rosario vuelva con vos’‘, dijo la mujer.