La página Wikileaks ya es señalada como una suerte de “Garganta Profunda”, en alusión al fallecido subdirector del FBI, Mark Felt, quien clandestinamente delató ante la prensa al ex presidente estadounidense Richard Nixon en el escándalo de “Watergate”.

Ahora el ojo del huracán está en internet, detrás de la web Wikileaks: un lugar donde poder dejar documentos o testimonios comprometedores sin revelar la identidad. El último caso puso en jaque al mismísimo Pentágono con la difusión de un video en el que se ve cómo el Ejército de EEUU mata a un fotógrafo de Reuters. Una revelación que puede cambiar las reglas de juego del periodismo.

Meses antes de la difusión del espeluznante video, el Pentágono ya tenía en su “mirilla” a Wikileaks. Más de cuatro millones de internautas han podido contemplar por primera vez un video secreto del Pentágono, difundido como nunca antes con la ayuda de YouTube, Facebook, Twitter y las redes sociales.

Wikileaks, una web sin ánimo de lucro fundada por el periodista australiano Julian Assange, viene dando la generosa bienvenida a todo tipo de filtraciones e informes “clasificados”, reservándose el derecho a su verificación y difusión, y por supuesto garantizando el anonimato de las fuentes.

Con el apoyo de una televisión islandesa, la ONG costeó el viaje a Bagdad de dos enviados especiales, por un total de 50.000 dólares. Hasta la fecha, gracias sobre todo a los aportes de asociaciones de periodistas, grupos de comunicación y organizaciones de defensa de derechos humanos, Wikileaks asegura haber recaudado 370.000 dólares.

Wikileaks asegura ahora que tiene en sus manos un video aún más detonante: el de un ataque aéreo contra la población civil en Afganistán que causó 97 muertos el año pasado.