Hace cuatro meses que se inauguró el Centro Integral Contra la Violencia y los profesionales a cargo están sorprendidos no sólo por la cantidad de denuncias recibidas. A través de los casos atendidos, comprobaron que la violencia familiar se da en parejas cada vez más jóvenes. Según la psicóloga Vanesa Pringles, directora del centro (que funciona bajo la órbita del Ministerio de Desarrollo Humano de la provincia), estos casos tienen dos características en común: se trata de reacciones agresivas impulsivas, no de violencia instalada y sistemática, y por ese motivo, se pueden resolver y superar con ayuda terapéutica.
En el Centro Integral Contra la Violencia han atendido, hasta ahora, 744 casos de violencia conyugal. Según los registros oficiales que manejan en la institución, de ese total, 100 denuncias corresponden a parejas jóvenes, cuyos miembros no tienen más de 23 años. De todos, no se animan a decir que crezca la violencia, sino que más bien se trata de que cada vez más gente se anima a denunciarla.
"Las jóvenes de esta generación no están dispuestas a soportar años de violencia y denuncian a su pareja ante cualquier tipo de maltrato. Eso demuestra un importante cambio cultural", fue la conclusión de Pringles sobre los numerosos casos de violencia conyugal en parejas de entre 18 y 23 años.
La especialista explicó que esta tendencia se debe a que los jóvenes, al formar pareja tempranamente, carecen de recursos personales para hacer frente a la convivencia, a la crianza de los hijos y para llevar adelante una familia. "Esta carencia los desborda -dijo la psicóloga- y estallan violentamente. Lo positivo es que no se trata de una violencia instalada, sino de una reacción agresiva que con terapia se puede resolver".
Hasta el momento ya han atendido 100 casos de violencia conyugal en este centro estatal. Todos fueron denunciados por las mujeres golpeadas, reacción que, a diferencia de lo que en general se supone, no generó más violencia en el agresor, sino todo lo contrario. Pringles destacó que los jóvenes golpeadores siguen voluntariamente la terapia para aprender a dominar sus impulsos agresivos. "Primero cada miembro de la pareja recibe terapia por separado, pero después tienen algunas sesiones juntos -contó la especialista-. Todo esto favorece el tratamiento y la superación del problema, a diferencia de lo que ocurre en las relaciones donde la violencia familiar lleva años instalada y forma parte de la vida".

