Mientras las ambulancias ingresan al hospital Rawson, las madres corren con sus hijos en brazos y las parturientas llegan quejándose de dolor, ella no se inmuta. Es que siempre tiene la mirada fija en sus dos agujas de tejer y en las lanas que compra para combatir la soledad. Marcela Bazán tiene 50 años, tiene una discapacidad y hace 6 meses vive en la puerta del hospital Rawson. La mujer, que no pide ayuda a nadie y qué sólo molesta a los enfermeros o médicos cuando necesita agua caliente para desayunar o tomarse una sopa instantánea, dijo que está en situación de calle porque un hermano suyo la golpeaba y ella optó por abandonar su vivienda.
Ya es parte del paisaje cotidiano del hospital Rawson. Ella no se asombra de los casos que se ven en ese centro de salud, porque ya está habituada a los gritos, los llantos y a la angustia de los papás que aguardan la mejoría de sus hijos. Sentada en los bancos que hay en la puerta del hospital, el acceso que da a calle Santa Fe, ella pasa sus días.
Siempre tejiendo y como si estuviera en otro mundo, Marcela ocupa varios bancos, porque en algunos suele tener una pava eléctrica, unos vasitos plásticos, bolsas con ropa, frazadas, un Nuevo Testamento y algunos tejidos que hace para vender a los familiares de los bebés que están por nacer en ese hospital. ‘No sabía cómo hacer ropita para bebés, por la medidas, le pedía a Dios que me ayudara y él me dijo cómo tenía que hacer y me salieron muy bien‘, dijo al tiempo que mostró algunas de sus creaciones. Mientras que algunos trabajadores y los guardias de seguridad del hospital comentaron que ella no molesta a nadie y que no es una persona conflictiva.
Hablando algunas incongruencias, diciendo oraciones extremadamente rápidas que por momentos se vuelven incomprensibles y reiterando a cada rato que quiere que su hermano le devuelva la casa que supuestamente ella paga todos los meses, la mujer comentó cómo son sus días. ‘Duermo sentada en estas sillas y me tapo con lo que tengo. Cuando cobre nuevamente la pensión, me voy a comprar medias más altas y algún abrigo porque tengo miedo de morirme congelada cuando llegue el invierno‘, dijo la mujer y comentó que ella pasa sus horas tejiendo porque es lo que más le gusta hacer en la vida.
‘Cuando era chica, mi mamá me traía al hospital para que me atendiera un médico porque yo no estaba bien de la cabeza. Siempre decían que era tonta, pero creo que estoy bien. Mi hermano es el que tiene problemas. Él consume drogas todo el día y hasta es ladrón. Parece un ladrón profesional. A mí me pegaba cuando estaba con él y me fui porque tenía miedo que me matara‘, agregó y recordó que fue su mamá quien le enseñó a tejer hace muchos años.
Como el tejido es su cable a tierra, Marcela se las ingenia para tener todos los días lana. Cuando cobra su pensión suele comprar algunos ovillos, de la más económica, y en otras ocasiones busca ropa vieja que pueda desarmar para reutilizar esa lana. ‘Ahora me estoy tejiendo una bufanda de dos dolores para cuando llegue el invierno‘, dijo mientras contaba los puntos para corroborar no haberse olvidado de ninguno mientras charlaba.
Frases
- “Tengo algunos hermanos, pero ellos viven su vida. Tengo hermanas que son casadas y mi hermano que es el que vivía conmigo. Nunca me casé y no tengo hijos. No me gustaba la idea de ser una mujer casada y atada a un hombre. Por eso vivo en la calle ahora, porque no tengo que hacerme cargo de nadie”.
- “La gente que trabaja acá puede hablar de mí porque yo no molesto a nadie. Me dijeron que puedo ir a dormir a algunos de los hogares, pero no me gusta porque hay muchos hombres ahí. Lo que más extraño de vivir en mi casa es poder hacer puchero, mi madre siempre decía que esa era la única comida buena que había”.
- “Mi casa es cerca de la villa Unión y de la escuela Avellaneda, en Chimbas. Yo pago todos los meses Rentas y quiero que mi hermano se vaya de ahí, pero no puedo hacer que deje la casa. Yo como cualquier cosa que puedo comprar o tomo sopa de sobre. Si no, un té con pan que compro y guardo en alguna de las bolsas”.