Cuando se los ve en la pileta no se nota nada diferente. Los pibes usan antiparras, no para mirar bajo el agua sino para que no les entre a los ojos. Pero para que giren sus cabezas hacia el profe, éste les tiene que aplaudir porque pueden confundir las voces con las de otras personas que también están en la piscina. Estos chicos, que por ahora son sólo 4, de entre 11 y 16 años, entran lentamente en la pileta al momento que se escucha "un poco más a la derecha, otro poco, ahí está la baranda", en la voz de un guía. Y para que salgan, también necesitan instrucciones. Ellos, desde hace 2 semanas, aprenden a nadar de lunes a viernes por la mañana en el club Banco Hispano y para no temerle al agua tienen que aprender movimientos sólo con el tacto. Los cuatro chicos son ciegos, pero con la guía de 2 profes y 2 voluntarios, juegan en la piscina y aprenden a sobrevivir en el agua.
En este caso, "mirame, así se hace" no es posible. Los profesores, Lilia Fernández y Manuel Rodríguez, les toman los brazos a los chicos y se los hacen estirar y girar para que aprendan el movimiento de nado. También, por ejemplo, para que conozcan la forma correcta del pataleo, la profe sacude sus pies y los chicos los tocan.
Hasta para tirarse a la pileta necesitan de otras personas que les digan si no hay nadie donde van a caer. Y para caminar por el costado de la piscina van del hombro de alguien que les va diciendo las cosas que ve por el veredín. Sin embargo, los chicos ya dimensionan parte del lugar. Si están tomados de la reja, saben que a 2,5 metros está la pileta. Caminan con pasos cortos y arrastrados, se sientan sobre la pared de la pileta y se lanzan, sabiendo, por otros, si está vacío el lugar donde caerán.
Otra dificultad se da al momento de que los chicos están nadando y por llegar a la pared de la piscina. Con una varilla de 1,5 metros que tiene en la punta una esfera de telgopor les tocan la espalda para que sepan que a una o dos braceadas (según hayan acordado con el instructor) está la pared. Así, evitan golpearse.
Además, los chicos se integran con los que pueden ver. Fuera de la pileta, desayunan con los demás y juegan. Y los profesores dicen que en estos días tendrán cartas españolas con signos en Braille para que los pibes puedan jugar al Truco con el resto.
Por todas las actividades que realizan los 4 jóvenes de la escuela Braille no pagan, ni siquiera por el desayuno que consumen. Esto es gracias a un acuerdo firmado con el club, su escuela y los donativos de casas de comercio. De los 4 chicos, 3 tienen ceguera total y el cuarto, alta disminución visual.

