San Juan-Formosa. 1.750 kilómetros. 26 horas de viaje. Un tirón muy largo que se estiró más de lo previsto. Los motivos: la lluvia, las rutas en pésimo estado y un paro agropecuario que cortó la ruta y que incluso pudo ser peor. En medio de eso, y a bordo de un colectivo adaptado para la circunstancia y la longitud de los protagonistas, el viaje fue tranquilo, aunque en los planes estaba arribar más temprano y no a la 1 de la madrugada a la capital formoseña (con una hora más que en San Juan).

Pero el plantel se las bancó, sólo el “no aguanto más” del brasileño André Radtke se escuchó ya en las cercanías del destino final. Pero desde la misma partida desde San Juan el clima fue jocoso, dejando un poco de lado la semifinal de hoy y poniendo énfasis en acomodarse en un colectivo “cama total” en donde cada jugador ya tiene su asiento establecido y hay que respetarlo.

Las prioridades son para los brasileños que superan los 2 metros de altura: Radtke tenía el primer asiento de arriba, dado que al extender sus piernas ganaba espacio con la luneta, aunque sus extremidades inferiores iban apoyadas en el vidrio porque no entraba. El otro, Marcillo, ocupó dos asientos y se extendió en forma diagonal. Caso similar para Suguinha.

Aunque ninguno del plantel podía acomodarse y todos terminaban encorvados. “Ya estamos acostumbrados, por ahí es molesto, pero por eso viajamos con tiempo. Después te bajás (del colectivo) y te estirás”, aclaró Marcos Peña.

La primera parada fue en Caucete. Zona de abastecimiento para todos. Sandwiches, gaseosa y helados fueron el menú. Luego el paso obligado por la Difunta Correa (lo pidió Radtke). Y a la par, Facundo Hehn, Luis Gorosito, Adrián Fernández y Radtke empezaron el campeonato de “chinchón”. Aunque a éste último hubo que explicarle como se jugaba, pero nunca entendió que era una escalera y 3 cartas iguales. El resultado: jugaron a 100 puntos y en la primera mano el central sumó 70.

Varios asientos más atrás, otro grupo con Fabián Armoa, Suguinha, Marcilio, Matías Zublena y Peña hablaban, lógicamente, de vóley. Mientras que el resto leía, escuchaba música, tomaba mate, se entretenía con su notebook o elegía la cabina para acompañar a los choferes (son los mismos que los llevaron a Paraná y los repitieron como cábala).

El desayunó los despertó en la fría y lluviosa Tucumán sobre las 10. Café con leche, medialunas y tortitas, para luego continuar viaje. El apetito era grande y 2 horas y media después, ya en Santiago del Estero, fue el turno del almuerzo y un tiempo esperado para estirar las piernas en un centro comercial.

Aún faltaba la mitad del trayecto, y para hacerlo más llevadero, Martín Meana, con cámara en mano recogía testimonios. El más destacado fue el de Suguinha, quien relató que en Brasil repartía pizzas en patineta y que si la demora del envió superaba los 10 minutos no se le cobraba al cliente. “Sólo una vez llegué tarde porque se me salió una rueda y tuve que terminar corriendo, pero me pasé apenas por 20 segundos”, acotó el moreno.

La cuarta parada los encontró en Chaco. Turno para la merienda y rápidamente continuar, sin esperarse que en la ciudad de Sáenz Peña, pasadas las 19, un paro agropecuario los iba a demorar una hora, que no fue nada en tiempo comparado con que en un principio el paro se iba a levantar recién 12 horas después. “Ya no saben que trabas ponernos estos para que no les ganemos”, tiró en broma el DT Armoa. Pero al momento de pensar en serio, se llegó a especular con pedir la postergación para el primer juego de la serie.

La parte final fue la más dura. Todos estaban extenuados. Querían llegar y ya no había revista ni partido de truco que hiciera más llevadero el agotador viaje. Las primeras horas de Formosa los recibieron. Cena, hotel y a descansar. Fueron 26 horas. Mucho, pero tiene valor por tratarse de una ruta que los puede llevar a la gloria.