Tres días de trabajo, 3.883 ciudadanos participando activamente del operativo, la totalidad de las provincias argentinas relevadas y un informe de más de 557 páginas que llegó más de 2 años después; fue lo que demandó el Primer Censo Nacional. El operativo, el primero exhaustivo realizado en el país, fue impulsado por Domingo Faustino Sarmiento, se desarrolló bajo su presidencia, hace exactamente 150 años, y arrojó resultados en los que basó sus principales medidas.
Tal como se hace ahora, en ese momento se decidió elegir censista que recorrieran casa por casa. En el documento escrito por Diego de la Fuente, encargado del operativo, y entregado en 1872 al entonces Ministro del Interior, Dalmacio Vélez Sarsfield, se explica que “la población no se ha inscripto por planillas dejadas a domicilio porque esto no era prudente en un país en que cuatro quintas partes de la población adulta no sabe leer ni escribir, donde existen distritos en los que es necesario recorrer una legua en busca de alguien que pueda escribir una carta”.
En ese contexto, fueron más de 3.000 los ciudadanos que se desempeñaron como empadronadores. Por su parte, hubo 700 comisionados de censo, nombrados de a dos o tres por cada departamento, sección o partido provincial, ellos examinaron, ratificaron y constataron datos. Estos, a la vez, fueron controlados por 15 comisarios provinciales, quienes analizaron los trabajos parciales y los enviaron a la oficina correspondiente.
Ellos debían basarse en el formulario creado con muy pocas preguntas de respuesta confiable. Además de la edad, el sexo, la nacionalidad, el estado civil, la ocupación, la provincia de nacimiento y la instrucción, se inquirió por las enfermedades físicas y mentales, la invalidez, la orfandad, la asistencia a la escuela, la ilegitimidad, el amancebamiento y las viviendas.
No se preguntó la raza, como sí se hacía en otras naciones en esa época, ya que en opinión de De la Fuente, “los indígenas y los negros no tienen aquí importancia numérica y se han ido integrando a la población blanca. Las distinciones raciales, propias de la colonia, no tendrían además cabida en una república cuya constitución las desterró justamente a la ignominia”.
Aun así, la cobertura del registro fue parcial, debido a que no fueron censados los “pueblos originarios”, que vivían en comunidades de difícil acceso. Sin embargo, sí se tuvo en cuenta a quienes estaban enrolados en la guerra con Paraguay, que se desarrollaba en ese momento. Se pudo determinar que había 6.276 personas en ese contexto, entre las cuales, 171 eran mujeres.
Este primer Censo Nacional reveló que había 1.877.490 habitantes, blancos e indígenas “civilizados” (como los guaraníes en el litoral y los collas en el noroeste), y que 495.107 vivían en la provincia de Buenos Aires (187.346 de ellos, vivían en la Capital). Se confirmaba así la sospecha de que el país se parecía cada vez más a un cuerpo pequeño con una enorme ciudad de cabeza.
La población de las catorce provincias tradicionales sumaba 1.736.923 habitantes. Casi la mitad se concentraba en la región este, formada por las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, las que más rápido crecimiento demográfico había tenido durante las décadas de 1850 y 1860.
Distribuido por provincia, el conteo resultó del siguiente modo:
* Buenos Aires: 495.107
* Santa Fe: 89.117
* Entre Ríos: 131.271
* Corrientes: 129.023
* Córdoba: 210.508
* San Luis: 53.294
* Santiago: 132.898
* Mendoza: 65.413
* San Juan: 60.319
* Rioja: 48.746
* Catamarca: 79.962
* Tucumán: 108.953
* Salta: 88.933
* Jujuy: 40.379
* Chaco: 45.291
* Misiones: 3.000
* Pampa: 21.000
* Patagonia: 24.000
* Ejército en el Paraguay: 6.276
* Argentinos en el extranjero: 41.000
– Total: 1.877.490
Cabe destacar que, entre la población nativa había más mujeres que hombres (745.793 varones y 783.567 mujeres). Salvo en Santa Fe y Entre Ríos, en el resto de las provincias prevalecía el sexo femenino. Mientras que entre la población de extranjeros eran más los hombres: 151.987 eran varones y solamente 60.005 eran mujeres.
La estadística también dividió a la población según su edad. Por entonces, había 729.287 niños de entre 1 y 14 años inclusive. Mientras que, 840.888 tenían entre 16 y 50 años. Y, de 51 años o más, había 110.834 habitantes. Entre ellos, 234 personas superaban los 100 años.
Uno de los datos más importantes que reveló el operativo fueron los altos números de analfabetismo que había en el país: descontando los 315.000 menores de 6 años, 1.066.847 habitantes no sabían leer ni escribir, es decir, el 71% de la población.
Los datos revelaban que, del total de habitantes, sólo 360.683 sabían leer y escribir. Mientras que, 312.011 aseguraban saber escribir solamente. Así, se determinó que había “más de un millón de habitantes en las peores condiciones de instrucción”, según reza el informe.
Además, preocupó a las autoridades que, teniendo en cuenta los resultados, había 386.316 niños en edad escolar que no estaban yendo a las instituciones educativas y, según las previsiones, el número iba a crecer.
El censo muestra también las profesiones a las que se dedicaba la gente que vivía en el territorio. Entre los hombres, la mayoría era militar o se dedicaba a la agricultura. Además había profesores, abogados, ingenieros, agrimensores y médicos.
En contraposición, entre las mujeres la mayoría se dedicaba a ser costurera, lavandera, planchadora, cigarrera y amasadora. Y el informe destaca que “la mitad de la población mujeril adulta, espera con incertidumbre el sustento de jornal, muchas veces difícil y precario”.
En cuanto a las viviendas, indicaba que había en promedio 692 habitantes cada 100 casas. Aunque, de ellas 54.760 eran “de azotea y teja” y 207.673 de “madera y paja”. Un dato que llamó la atención era que “Buenos Aires tenía más casas de azotea que todos los otros reunidos”.
* Fuente: Informe oficial sobre el censo que Diego de la Fuente envió en 1872 al entonces Ministro del Interior, Dalmacio Vélez Sarsfield, (INDEC)