“Hola, necesito alquilar mi vientre”. Así de cruda y fulminante, con sus manos sudorosas y sus nudillos refregando una y otra vez la palma de la otra mano, se presentó Norma Cayo. Dijo no poseer otro recurso para lograr tener a sus cuatro hijos junto a ella y no desperdigados como los tiene ahora, escena que la “martiriza” -graficó-. “Necesito plata para tener una casa, trabajo a destajo en las fincas y no me alcanza más que para comer”, sentenció sin titubear, a modo que los demás entiendan el porqué de “prestar” su cuerpo para dar una vida que no será suya, que quedará en manos de una pareja.
Esta mamá de 29 años, que vive en la Villa de Media Agua -en el departamento Sarmiento- y pasa estas horas cosechando tomate (saca unos 200 pesos al día), se encuentra visiblemente quebrada, y sus ojos parecen ser ventanas de ese dolor que la atraviesa y que dice la llevó a tomar tamaña decisión, luego de probar suerte en el campo, limpiando casas y hasta cuidando enfermos.
“No doy más, necesito alquilar el vientre para conseguir plata”, contó a viva voz. Las razones que la movilizan tienen nombre: Daniel (14) y Tiago (4), que viven con un hermano de Norma, y Tatiana (8) y Romina (5), las pequeñas que están con su papá en Tucumán y que, según dijo, no quieren volver por estos lares para “pasar hambre”. “El 24 (de diciembre) hablé por teléfono con Tatiana y me cortó luego de decirme que no quería venirse a San Juan para vivir en la miseria. Estoy mal, no sé qué hacer, pero lo que haga lo debo hacer pronto o me voy a arrepentir toda mi vida”, relató angustiada.
Norma no sabe cuánta plata quiere. “¿Qué dinero busca obtener alquilando su vientre?”, le consultó este cronista. “El que sea necesario para comprar una casita y que todos mis hijos estén conmigo”, aclaró. Dijo desconocer si alquilar el vientre es legal o no (ver recuadro), y mucho menos si se expone a alguna pena; sólo espeta que “sé que hay mujeres que lo hacen y obtienen una buena cantidad de plata; quiero y necesito hacerlo”.
La vida de Norma no ha sido sencilla pero asegura que nunca se quedó quieta. Cuando es época de cosecha se pone una camisa de grafa, un sombrero y un pañuelo para adentrarse en los bordos y arrancar el tomate mientras el sol pega en su espalda. Cuando viene la temporada de la aceituna o la uva en fresco, la misma rutina. Pero cuando la cosecha no le dio plata o simplemente la temporada fue mala producto de alguna inclemencia climática o económica, apeló a trabajar como empleada doméstica e incluso se fue a Mendoza a probar suerte; “trabajé un tiempo allí, pero después se terminó y tuve que volver a la cosecha donde lamentablemente se gana muy poco”. También dijo que ocupó su tiempo en cuidar ancianos. Claro, ninguno de esos oficios le abrió la puerta a un sueldo que le permitiera mantener a sus hijos como ella desea.
“Hace tiempo que quería alquilar mi vientre, pero no sabía ni sé si es legal. Pero me decidí ahora porque no doy más, porque si no hago algo rápido voy a perder a mis hijos. Pedí ayuda a un montón de gente, fui al municipio (de Sarmiento) pero nunca apareció una solución de fondo”, se lamentó. La voz en el teléfono de su hija Romina poniéndole coto a su vuelta a San Juan es la que fue determinante y teme que esa actitud la tomen pronto Daniel, Romina y Tiago.
El otro temor de Norma es que “la gente” piense que quiere “plata fácil”. “Tengo dos manos, dos piernas y ganas de trabajar, pero necesito que alguien me ayude a conseguir un trabajo digno o me preste una casa y yo se la pago con trabajo. Si me dan una oportunidad, por supuesto que desisto de alquilar mi vientre, no quiero que me regalen nada”, dijo esta mamá que quiere a sus hijos bajo un mismo techo.

