“El único lugar del mundo en el que pueden ser reconstruidos los orígenes de la vida”, así fue descripto Ischigualasto tras su descubrimiento. Más allá de poseer un yacimiento paleontológico inigualable, el Valle de la Luna expone el impacto del viento, que durante milenios esculpió misteriosas geoformas, conformando en su conjunto un paisaje tan exclusivo como los huesos cretácicos allí sepultados; lo que atrae la atención de científicos y turistas de todo el mundo. Dentro de sus límites se encuentra una sucesión ininterrumpida de estratos continentales que dejan a la luz las características de todo el período Triásico.
La existencia del valle como yacimiento fósil se conoce desde 1927, cuando Victorino Herrera, un conocido vallisto, recogió pequeños restos en el lugar. A pesar de eso, su importancia científica saltó a la luz recién en 1940, cuando el doctor Joaquín Frenguelli, paleontólogo del Museo de la Plata, descubrió que en lugar yacía la mayor muestra paleontológica del periodo Triásico. En ese contexto, lamentablemente, muchas piezas encontradas desde ese momento y hasta los ’70 fueron llevadas a otras partes del país y del mundo.
Sin embargo, el espacio que escondía fósiles, formaciones rocosas y estratos de tierra de diversas eras llamó verdaderamente la atención internacional a partir de 1958. Sucedió después de que, el historiador y periodista de DIARIO DE CUYO, Rogelio Díaz Costa, lo visitara en la primera expedición oficial a la zona, junto a paleontólogos de renombradas universidades nacionales y extranjeras.
Ese, además, es el momento en que Ischigualasto fue llamado por primera vez “Valle de la Luna”. Díaz Costa, quien recorrió el lugar junto al fotógrafo Antonio Lago, decidió nombrarlo de ese modo en su reportaje escrito, publicado el 3 de junio de 1985, luego de haber caminado ese extraño terreno.
Ischigualasto, que abarca buena parte de Valle Fértil y una zona menor de Jáchal en una extensión de 62.916 hectáreas, recibió una denominación oficial el 3 de noviembre de 1971, cuando gracias a la ley 3.336 sancionada durante la gestión del gobernador Carlos Gómez Centurión fue declarado Parque Natural Ischigualasto.
Mientras que, el 14 de noviembre de 1995 se creó el decreto presidencial que lo declaró “Monumento histórico, paleontológico y ecológico nacional”, junto al Parque Talampaya de La Rioja.
La última denominación importante llegó el 29 de noviembre de 2000, cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), lo declaró Patrimonio de la Humanidad. La presentación oficial se realizó en Australia, donde el Comité reconoció "la importancia natural y el valor científico único e irrepetible en todo el planeta de un paraje con geoformas y donde se pueden apreciar íntegramente las tres etapas del periodo Triásico, durante la era Mesozoica, cuando aparecieron sobre la Tierra los primeros dinosaurios, hace entre 245 y 208 millones de años".
Sus formaciones más emblemáticas
– Cerro Morado
Se puede observar en el ingreso a Ischigualasto, regala la vista de paredes verdaderamente enormes, con su cumbre de 1.790 msnm. En la cima de la formación, chimenea de un volcán extinto, se avistan cóndores y se observa la particular vegetación del lugar: especies de monte, cactáceas, retamas y jarillas. Entre ellas deambulan guanacos, zorros y vizcachas.
– El Gusano
Sus areniscas pardas y los negros niveles de carbón dan cuenta de cómo era el parque Ischigualasto en el Triásico Medio. Los niveles de sedimentos muy finos, grises y negros manifiesta de la existencia de un lago, al que llegaban ríos que podemos ver reflejados en los mantos de areniscas pardas que coronan esta geoforma. Las hojitas negras que están en el seno de los niveles más oscuros nos cuentan que a orillas de este lago crecían muchas plantas, las que año tras año aportaban hojas que eran transportadas por los ríos o el viento hasta el seno mismo del lago.
– Cancha de Bochas
Consiste en una superficie casi sin desniveles, donde están esparcidas decenas de bolas, de distintos tamaños. Algunas son tan redondas, como una pelota de fútbol, que cuesta creer que hayan sido pulidas sólo por la naturaleza. Este fenómeno aún no encontró una explicación válida y actualmente se trata de determinar esto a través de varias conjeturas. De acuerdo a lo que se supone provienen de la erosión de antiquísimos materiales arsénicos que produjo rodados perfectamente esféricos de variado calibre y al correr el tiempo las bochas quedaron englobadas en una masa detrítica que las retuvo conservadas en su interior. Luego al reactivarse la erosión se acercan hasta que aparecen diseminadas en un área restringida del parque confiriéndole el aspecto de una gran cancha de bochas.
– El Submarino
Es una formidable formación de unos 50 metros de altura con piedras de 130 millones de años, al igual que el resto de los gigantes de piedra que abundan en el Parque Provincial Ischigualasto. Siempre fue conocido por sus dos enormes columnas. Pero el domingo 14 de julio de 2015 por la tarde, se produjo la caída de una de ellas, demostrando una vez el efecto de la naturaleza en el lugar. En ese momento, el paleontólogo Ricardo Martínez explicó que, "el proceso de erosión es inexorable e imparable. Nada es imperecedero y en esto reside la belleza del Parque, en que no es permanente". La acción del calor, el viento y el agua "es natural y va desgastando las rocas; modificando todo y dejando en evidencia la riqueza fosilística de Ischigualasto".
– El Hongo
La imagen de esta formación fue publicada por primera vez en 1971 en las páginas de DIARIO DE CUYO. Desde ese momento se transformó en un símbolo de uno de los espacios más extraños y auténticos de la Tierra. Esta geoforma presenta esa llamativa forma como resultado de la erosión diferencial del agua entre su base, formada por arcillas fácilmente friables y su techo areniscoso, mucho más resistente.
– El valle pintado
Alberga entre sus rocas la mayor riqueza fosilífera del Parque. Lomadas redondeadas estériles de plantas, formadas por la erosión del agua en rocas arcillosas y arenosas de colores variados. Durante el Triásico Superior los grandes ríos que en ese entonces conquistaban el valle, depositaban los sedimentos varicolores y enterraban en su seno a los animales y plantas que vivían a su alrededor bajo unas condiciones climáticas similares a los monzones actuales, dándoles la oportunidad de eternizarse fosilizándose entre sus rocas, al quedar tapados por sedimentos en inundaciones.