En la puerta de la casa de la familia González sólo se escucha el ruido de una hormigonera. Los albañiles entran y salen de la vivienda que aún sigue tiznada. En medio de esa postal, para nada alegre, pero que refleja un volver a empezar Víctor González, el hombre que perdió a su mujer y a dos hijos en un incendio, habló por primera vez. La tragedia, que enlutó a la provincia ocurrió el pasado 2 de julio (ver aparte) y a casi tres meses de ese día gris, Víctor comentó cómo se refugió en la religión para poder sobrevivir. "Es todo muy duro. Ahora supongo que tengo otra misión, que es dar mi testimonio de vida para ayudar a otros", dijo el hombre que sigue trabajando y ayudando a su hijo más grande que estudia en la Escuela Militar en Buenos Aires. Víctor habló en el marco de una actividad solidaria que organizan los compañeros de Sol, la niña que falleció, para construir un jardín en honor a ella.
Vestido con su uniforme militar Víctor comentó que sabía que los compañeros de Sol querían homenajearla. "Mis hijos eran especiales", dijo al empezar la charla. Con voz pausada, casi sin expresión en su rostro y con una templanza admirable, comentó que el cariño que recibe de las personas que conocían a su familia es lo que por momentos lo reconforta y le da fuerzas para seguir. "A mis hijos y a mi señora los extraño todos días. Recibimos ayuda de mucha gente, familiares, vecinos y la ayuda espiritual de movimientos religiosos a los que pertenecíamos desde antes", contó al hablar de cómo hace para seguir adelante.
Víctor confesó que en la fe encontró el mejor sostén para seguir luchando. Además de sostenerse en la religión dijo que le ayuda mucho poder contar su testimonio de vida para que otras personas noten que hay problemas que tienen solución y que no son del todo graves.
"Hace dos meses estuve en un retiro de mujeres. Muchas me conocían de otros movimientos y pensaron "si este tipo está parado sirviéndonos, los problemas que tenemos nosotros no son nada". Después estuve, en un retiro de Emaús, en la logística. Mi testimonio de vida sirvió para que otros que pensaban que el mundo se les terminaba porque no pueden pagar una cuenta o no tienen un techo, dejen de pensar tonterías", agregó y repitió que a pesar de lo dura que es su vida ahora, también lo reconforta saber que "en el corto tiempo que estuvieron acá" sus hijos fueron muy felices.
Para Víctor la vida se dio vuelta hace casi tres meses. "Hoy por hoy estoy solo y tuve que reencaminarme. El primer proyecto que tengo es terminar la casa antes de fin de año que vuelve Tomás de vacaciones. Es nuestra casa, más allá de que tenemos donde estar, queremos nuestra casa", dijo y comentó que visita el lugar de la tragedia seguido para evaluar cómo va la construcción.
Viviendo el día a día y armando nuevos recuerdos, comentó que sigue vivo por sus hijos. Sobre todo por Tomás el mayor de los tres. "En la casa no sólo se fueron ellos tres, sino que perdimos una vida de recuerdos. El otro día escuchaba una canción que se llama cajita de recuerdos y pensaba en nuestra casa. Había papeles, trofeos de los chicos, mis recuerdos de la escuela, las carpetas de jardín de infantes de ellos y hasta colecciones de aviones, motos y autos; que eran parte de nuestra vida", dijo y sonrió al hablar de lo buen compañero y jugador de hockey que era Mariano y al recordar las largas charlas que sostenía con su niña.
Unidos para un homenaje
Sol González tenía 15 años cuando falleció en el incendio. Era alumna del Colegio Provincial de Rivadavia. Ahora sus compañeros quieren homenajearla con un jardín verde y un mural dentro del establecimiento educativo. Para eso, los chicos harán una jornada solidaria y recreativa el próximo jueves. Buscan juntar dinero para poder empezar esa ansiada obra.
La muerte de la niña en el incendio los sorprendió y los unió más. Desde el mismo día de la tragedia pensaron en hacer algo para mantener vivo el recuerdo de Sol, a la que todos consideraban buena compañera y amiga.
"Cuando pedimos el lugar para hacer el jardín, el mural y el homenaje nos dijeron que sí, pero la verdad que no contamos con el dinero necesario", dijo Selene Galleote, una de las alumnas. Mientras que otros chicos dijeron que fue así que pensaron hacer una estudiantina solidaria. "Unidos bajo el mismo Sol" se llama la jornada que harán el jueves. Para poder concretar el sueño, piden donaciones de bebidas, golosinas y otros productos para vender el día de la jornada solidaria. Los chicos comentaron que también piden donaciones de materiales de construcción, pues en el jardín harán veredines y pondrán una placa para recordar a Sol.
"También nos pueden donar pintura para el mural", agregó otra de las estudiantes.
Para ayudar a los chicos se puede llevar donaciones a la escuela, ubicada en Meglioli y Libertador, en Rivadavia o llamar al 155789588 o al 155752901.
El día en que todos hablaron de la tragedia
En la madrugada del lunes 2 de julio, los vecinos del barrio UDAP II de Rivadavia, se despertaron por los gritos de los niños de la familia González. Las llamas estaban consumiendo la casa y la vida de Rosana Saavedra y sus hijos Sol y Mariano González. Ni los vecinos, ni los bomberos pudieron hacer nada para rescatar con vida a los integrantes de esta familia. El hecho fue tan conmocionante que causó muestras de dolor hasta en desconocidos. A tal punto, que ese día quedará en la memoria de gran parte de los sanjuaninos. Es que en las calles de la provincia, en los medios de comunicación, en las redes sociales y en todos los rincones sólo se habló del incendio que terminó con la vida de una mamá y sus dos chicos. La historia de esta tragedia fue tan dura que hasta la replicaron algunos medios nacionales. Este incendio fue considerado el más trágico de la provincia a nivel doméstico, ya que al menos en los últimos 15 años no hay antecedentes de un caso con tres víctimas fatales. Según las pericias, que se dieron a conocer a los días de la tragedia, las llamas se originaron por ropa que estaba secándose junto a un calefactor y un ventilador, para acelerar el proceso.
Los chicos que fallecieron eran muy queridos en el ambiente deportivo, pues jugaban al hockey en Lomas de Rivadavia. Además, eran miembros de la Acción Católica de la iglesia del Barrio Camus. Mariano tenía 10 años y era alumno de la escuela Mosconi, mientras que Sol, de 15 años, era estudiante del Colegio Provincial de Rivadavia. Su mamá, Rosana, era docente y también era deportista en el club de Rivadavia. Tras el incendio, la conmoción fue tal que la Municipalidad de Rivadavia, el Ministerio de Educación y el de Desarrollo Humano ofrecieron contención a los compañeros de escuela, y del club, de las tres víctimas fatales.