La lesión que sufrió Miguel (vive en Chimbas, es albañil, tiene 37 años y es casado con dos hijos) no es nada de otro mundo, pero que a consecuencia de este freno importador parece un verdadero calvario.

“Yo soy armador, estaba trabajando normalmente, di un pequeño salto de un metro y en un abrir y cerrar de ojos me hice pomada la rodilla, porque pisé mal y me di la rodilla muy fuerte contra un hierro. Me dijeron que se me había astillado toda. De esto le hablo que pasó hace como 2 meses y me tienen a las vueltas porque tienen que ponerme una especie de prótesis que la han pedido y todavía no llega por este tema de las importaciones, me dijeron. Yo sé que no es culpa de mi empresa o de la Aseguradora, pero yo soy el que en definitiva paga el pato en todo esto’’, explicó este albañil que prefiere no dar su apellido para “no tener problemas” con la empresa y la ART.

El caso de Miguel es apenas uno de los tantos pacientes que deben armarse de entereza para esperar a que les llegue una prótesis para ser operados y recuperar la motricidad.