Pasaron 98 años y ella sigue ocupando la esquina de Mitre y Pueyrredón, aunque con un destino diferente con el que fue construida. Se trata de una casona donde, hasta mediados de los "70 funcionó la Estación de Ferrocarril Santa Lucía. Pero con el paso del tiempo, alrededor suyo, construyeron la plaza Martín Fierro. A la casa la habitan 2 empleados municipales que no tienen dónde vivir, y que se encargan de cuidar la plaza y otros paseos cercanos.

Recorrer su interior es hacer un viaje al pasado. El piso y el techo, ambos de madera, han perdido el brillo original, pero siguen intactos. Igual que las paredes de ladrillos que, pese al paso del tiempo y de la falta de columnas de hierro, no sufrieron daño con los terremotos. Su óptima condición edilicia y su aspecto colonial, influyeron para que no fuera derribada.

"En los años 70 dejó de funcionar la Estación Santa Lucía y la casona quedó abandonada, pero en pie. Alrededor de ella se construyó la plaza Martín Fierro. Esta casa pasó a ser parte del paisaje y a cumplir otras funciones"", contó Jorge Martín de la Municipalidad de Capital.

Según los vecinos de la zona, hubo varios interesados en quedarse con esa casa. Algunos quisieron utilizarla como centro de jubilados, mientras que otros buscaron instalar un museo en su interior. Pero ninguno de estos proyectos prosperó porque el municipio de Capital decidió usarla como depósito de herramientas que usaban los obreros para el mantenimiento de las calles y plazas de la zona. Y así funcionó hasta los "90, ocasión en que unos delincuentes rompieron sus puertas y se robaron todo lo que había en su interior. A partir de entonces, el municipio decidió que siguiera funcionando como depósito, pero siendo ocupada por un sereno. Así se convirtió en un techo para los empleados municipales que no tenían una casa propia ni medios para acceder a una.

"Antes de nosotros la habitaron algunos obreros que se vinieron a vivir a la casona con sus esposas, y que tuvieron a sus hijos viviendo aquí. Ahora somos dos empleados de más de 60 años los que la estamos ocupando. Ninguno tiene familia ni lugar donde vivir, por eso para nosotros es una bendición que no la hayan destruido para construir la plaza", dijo Humberto Vega, uno de los empleados que desde hace 7 años vive en esta casona a la que ya considera como si fuera de su propiedad.

En los ratos libres se dedica a mantener el jardín que armó con su compañero, y a tratar de quitar las manchas que el paso del tiempo dejó en las paredes del edificio. Vega contó que ya le pidió al municipio autorización y colaboración para reparar los ventanales de madera originales y pintar los muros, para que vuelva a lucir como en 1913.