Edgardo Miranda se levantó más temprano de lo acostumbrado. No tenía ninguna changa para hacer, pero sí una tarea que lo puso contento: preparar una cazuela de pollo para que las personas que viven en la calle como él pudieran almorzar un plato caliente. Pero con el paso de las horas su alegría y entusiasmo se fueron diluyendo. Sólo dos hombres llegaron al Hogar Teresa de Calcuta para comer al mediodía, cosa que pueden hacer desde el jueves pasado cuando el Ministerio de Desarrollo Humano decidió que este hogar que normalmente funciona de noche, permanezca abierto también durante el día con almuerzo incluido hasta que pase el frío polar. Sólo durante el primer día de aplicada la medida, cuando nevó en la ciudad, la propuesta tuvo convocatoria: a almorzar habían ido 12 personas, y 15 por primera vez a dormir en la noche. Según dijeron los encargados del lugar y hasta algunos invitados, el desinterés por esta ayuda se debe a que a quienes viven en la calle no les interesa cambiar de estilo de vida.
La cazuela estuvo lista a las 12 en punto. Pero no había nadie para comer. Miranda puso el fuego en mínimo para que no se quemara y se mantuviera caliente. Y con la esperanza de que llegaran los comensales. A las 13:30 decidió apagar la cocina, mientras confesaba su descontento. "Me da mucha bronca ver cómo la gente que está tirada en la calle desaprovecha la ayuda gratis que le dan en este hogar -sostuvo el hombre-. Pero es que nadie quiere dejar ese estilo de vida ni empezar a respetar horarios ni reglas. Es una lástima".
Lo mismo sostuvo Juan Domingo Cabrera, unos de los encargados del Hogar Teresa de Calcuta, un refugio transitorio para hombres indigentes. Dijo que es muy difícil lograr que estas personas se queden más de una noche en el lugar porque prefieren la libertad de la calle. Contó que de los 15 nuevos huéspedes albergados en este hogar el pasado jueves por la noche, sólo dos llegaron por propia voluntad. El resto, obligados por la Policía que los sacó de la calle para evitar que enfermaran o murieran a causa del intenso frío. Y que todos abandonaron el refugio ni bien amaneció.
Miranda comenzó a hacer lugar en la heladera para guardar la cazuela. Pero, afortunadamente, no necesitó hacerlo. Por lo menos no en su totalidad. Juan y Nicolás llegaron a almorzar al Hogar Teresa de Calcuta. "No saben lo que se pierden -dijo Juan mirando el plato colmado de pollo y verduras-. A mí la Policía me trajo obligado al Hogar hace dos años, y eso es lo mejor que me pasó. Tengo libertad para seguir cuidando coches durante el día y venir a cenar y dormir todas las noches. Y ahora, a almorzar con postre y todo. Más no se puede pedir".

