“Estamos trabajando con la última tecnología mundial, que además es amigable con el ambiente. Y cuando hablo de tecnología me refiero a los insectos producidos aquí, porque son convertidos en biocontroladores”, explicó Pablo Plana, a cargo de la Dirección de Sanidad Vegetal, Animal y Alimentos de la provincia. Estos insectos de los que el funcionario habló en detalle con DIARIO DE CUYO son criados a escala masiva, en un moderno complejo llamado BioPlanta San Juan, el búnker de la lucha biológica de la provincia para combatir a la mosca de los frutos, una de las especies más dañinas para la producción. En el lugar comenzaron con las visitas de productores agrícolas para capacitarlos y avanzar en un trabajo en conjunto, con el objetivo de cubrir cada vez más hectáreas, y por eso están convocando ahora a todos los integrantes del sector.
En la BioPlanta se puede distinguir las distintas etapas de la cría de los insectos (huevo, larva, pupa y adulto) en diferentes sectores distribuidos en más de 1.200 m2. Cada cámara, que cuenta con sensores para controlar la temperatura y humedad, factores clave para la cría, emula las condiciones en la que nacen y crecen de manera natural.
Así, una vez que los productores reciben una charla técnica, avanzan al sector de las colonias de lobesia y parasitoides. En el proceso se advierte primero a los adultos reproductores, que están ubicados en una especie de jaulas con telas, en las que reciben azúcar, agua y proteína hidrolizada.
Luego, las larvas producidas son colocadas en diferentes bandejas plásticas, en las que también son alimentadas con una dieta artificial. Cuando crecen, esas larvas se convierten en pupas, que son colocadas en otras bandejas en las que hay aserrín, al que utilizan como sustrato para que avancen en su metamorfosis.
Una vez maduras, las pupas son trasladadas a una cámara en la que se genera una instancia clave. La llaman el irradiador, conformado por una fuente de cobalto 60, que lo que hace justamente es producir la esterilidad de los insectos que serán liberados al alcanzar la adultez.
En la BioPlanta se accede posteriormente al laboratorio de conteo, en el que los especialistas cuentan los individuos, tanto de lobesia como de mosca, que quedaron en las distintas trampas, que son traídas desde los diferentes campos. Con esos datos, los técnicos arman un mapeo.
Se trata del sistema de información geo-referencial, por el cual es posible determinar el estado actual de lobesia en toda la provincia, ya que las trampas están numeradas y se lleva un estricto control.
“Hay una importante respuesta de los productores a las charlas y los recorridos. Se asombran por la tecnología que estamos usando y todo sirve para ir sumando más hectáreas en las que podamos luchar contra la plaga”, explicó Plana. Allí radica la importancia también en la ampliación del programa, ya que la eficacia en una finca con control de la plaga no es la misma si el campo productivo de al lado está fuera del sistema.
“El papel de los productores en este proceso es por demás importante, ya que una vez que decide combatir contra la mosca de los frutos se coordina la entrega de las bolsas con parasitoides o machos estériles y ellos mismos hacen la liberación en sus fincas”, dijo Plana. “En estos momentos estamos trabajando con machos estériles generados en la BioPlanta en aproximadamente 1.800 hectáreas y en 230 hectáreas con parasitoides. En esta última buscamos avanzar a por lo menos 1.000 hectáreas. Tenemos un desafío importante y estamos trabando para cumplir con todos los objetivos propuestos, apuntando a una agricultura más sostenible y la reducción del uso de fitosanitarios”, concluyó.
Cómo funcionan las dos técnicas de control de plaga que están usando
En la BioPlanta trabajan con dos técnicas de control de la Lobesia botrana, uno de los principales dolores de cabeza de la producción agrícola local. Una consiste en la cría masiva de machos estériles irradiados de ceratitis capitata (mosca de los frutos). Precisamente, lo que se hace es esterilizar a los machos antes de ser liberados. Ya en la naturaleza y en gran número, estos insectos se aparean con las moscas silvestres. Como sólo tiene una sola cópula entonces no dejan descendencia y por consiguiente se interrumpe el ciclo biológico de la especie.
En cuanto a los parasitoides, de la especie diachasmimorpha longicaudata (biocontroladores de mosca de los frutos), lo que sucede es que tras la copulación, la hembra liberada ovipone donde está la larva de la mosca de los frutos. Cuando los huevos hacen eclosión, los parasitoides se comen a las otras larvas, generando la depredación.
En San Juan son producidos 20.000.000 millones de ejemplares de machos estériles por mes, a la vez que crían 1.200.000 de parasitoides mensuales, aunque en este caso reservan aproximadamente 400.000 por mes para el proceso de realimentación en la BioPlanta. Todas las liberaciones, por su parte, se realizan de manera semanal.