Fue el fin de semana posterior a la celebración del Día del Amigo. Por primera vez en 40 años, 13 de los aproximadamente 1.400 adolescentes de 18 años que debían cumplir con el entonces servicio militar obligatorio volvieron a reunirse, por supuesto con la intención de volver a verse y recordar anécdotas.
Ss sienten parte de un grupo que fue especial por diferentes circunstancias. Por eso, sin fanfarronería, se autodenominan "La Gloriosa Clase 58", año de sus nacimientos. Y enumeran rápidamente. Primero, fue la primera vez que una generación de conscriptos ingresaba con 18 años de edad, porque hasta aquel entonces (1976), la conscripción se hacía con 21 años de edad. Y en los cuarteles les tocó estar en contacto directo con, al menos, tres hechos históricos: los combates en Tucumán, el terremoto de Caucete, y la amenaza de guerra con Chile.
En un encuentro ocasional en el centro entre Hugo Rivero y Guido Quiroga surgió otra vez la idea de "deberíamos juntarnos", con la diferencia que esta vez la iniciativa prosperó y no quedó en buenas intenciones. En casa de Rivero se reunieron 13 compañeros y las anécdotas fluyeron como si hubieran transcurrido apenas semanas de la baja definitiva.
"Si bien no nos vimos, sí nos recordamos. Y no tenía idea lo que era juntarse luego de cuarenta años, fue algo muy especial" afirmó Daniel Pérez Celedón, quien desde el principio del servicio militar sabía que no pasaría desapercibido porque era hijo de uno de los instructores, Agapito Pérez. "A tu padre lo aprendimos a querer. Siempre entendió al soldado", le confesó Rivero durante esta entrevista.
Los recuerdos van brotando naturalmente.
"Tuvimos la mala suerte que nos tocó entrar al servicio militar en la última parte de los enfrentamientos a la subversión en Tucumán. Algunos estuvieron en combate, otros hacíamos tareas como pintar escuelas", recordó Ricardo Ibañez, a lo que Quiroga agregó: "Fue muy intensa la preparación que tuvimos. Nos decían platos voladores, porque estábamos siempre a toda velocidad sin tocar el piso".
El terremoto de Caucete, en noviembre de 1977, también fue un acontecimiento que los marcó. Ricardo Fracapani contó que le tocó ser parte de la cuadrilla que derribó la casa de una tía, que lo abrazaba y, llorando, le imploraba que no lo hiciera. "Pasé muchas cosas lindas en mi infancia en esa casa, pero el sismo la había inutilizado y era muy riesgoso seguir viviendo en ella", evocó.
Cuando creyeron que la experiencia había concluido, recibieron un nuevo llamado debido al conflicto con Chile por el Canal de Beagle. "Por nuestra preparación fuimos otra vez convocados. y formamos parte del Regimiento de Infantería Motorizada (RIMOT) 142, que se instaló en El Pinar. En esa época hubo dos regimientos en San Juan", recordó Quiroga. Si bien fueron derivados a distintos puntos en San Juan, Mendoza y Neuquén, la amenaza no evolucionó más.
Por todo eso, Roberto Vega añadió una sensación que todos compartieron: "Fue la transición que vivimos de ser jóvenes a convertirnos en adultos".
Reclutando al grupo
En casa de Hugo Rivero se reunieron 13 compañeros: Jorge Rímolo, Daniel Pérez Celedón, Ricardo Fracapani, Guido Quiroga, Oscar Gómez (quien viajó desde San Luis), Francisco Recio, Osvaldo Balmaceda, Roque Gutiérrez, Roberto Vega, Juan Olmos, Ricardo Ibañes y Alfredo Villarroel.
Se quedaron con las ganas de asistir y tratarán de hacerlo en la próxima reunión, prevista para septiembre, Juan "Geniol" Díaz, Alberto Benito Ortiz, Pedro Morales (vive en Cipolletti), Oscar Noroña y Alberto González.
"Compartíamos las mismas cosas jóvenes de todas las clases sociales, del campo y de la ciudad. Ese es un recuerdo imborrable", afirmó Hugo Rivero.