Muerte, inundaciones, colapsos, caos. La llegada de la electricidad a la ciudad de San Juan no fue una tarea fácil. Los primeros intentos, en 1906, estuvieron teñidos de tragedia. Fue cuando don Justino instaló una usina en el molino que tenía a una cuadra de la plaza 25 de Mayo. Su hijo Angel quiso poner en marcha el aparato para dar luz a la plaza, pero se enredó en la polea de transmisión de la turbina hidráulica que movía el generador. Angel tenía 16 años y murió de inmediato. Su padre abandonó la idea de dar luz a San Juan.

Otro nombre asociado a la electricidad en la provincia fue el de Luis Ugarte, un vasco hijo de un ingeniero que se instaló en San Juan y puso el primer aserradero mecánico en La Bebida. En 1905 instaló una usina en los talleres que había armado en Avenida 25 de Mayo y Jujuy. Intentó dar luz a la plaza. Un año más tarde se instalaron dos usinas en la provincia. La de los hermanos Rosenthal, que no alcanzó a abastecer a la ciudad; y la de Luis Ugarte, Tomás Bates y José Segovia. Fue cuando la Legislatura se interesó por el asunto. Es por eso que sancionó una ley eximiendo de impuestos a la empresa de Luz y Fuerza, por el término de 20 años. Un año después firmó un convenio con la Municipalidad de la Capital (en ese momento era intendente Arnobio Sánchez) para alumbrar la ciudad con 100 focos de arco voltaico. El 24 de marzo quedó conformada la sociedad Ugarte, Sabatié y Fernández.

De ahí en más, todo fue complicado. Primero, el tendido de la línea de fuerza. Quince kilómetros de renegar con los vecinos que se opusieron a que colocaran los postes en sus propiedades, y no cortaron las ramas de los árboles que incomodaban el tendido de los cables. Esto es lo que se puede leer en los escritos de la época.

Al fin la línea se terminó y se instaló una subestación en calle Laprida y General Acha, en la propiedad que pertenecía a Ninfa Flores de Echegaray. Según el relato periodístico de entonces, al funcionar los motores de los transformadores, la población protestó por el ruido y obligó a la empresa a construir amortiguadores subterráneos.

Ni en sueños imaginó la gente las peripecias de lo que implicó la tarea que iniciaron los que a toda costa quisieron iluminar San Juan. Todo el esfuerzo se vio truncado en la noche más importante del siglo XX. Según Videla, la reacción de la gente fue inesperada y de ahí en más, los distintos gobiernos municipales bregaron para que la empresa eléctrica pagara hasta el último centavo de indemnización a quienes había afectado la inundación.

Hoy se pueden ver los restos de la usina que está en Rivadavia, cerca de los esteros de Zonda. El lugar dejó de funcionar en la década del "70, según contaron los vecinos de la zona, ya que hay pocos datos recopilados sobre la historia de esta usina.