Finalmente hubo tribunas que no estaban desoladas en el estadio de Pontevedra. Aunque no estuvo lleno, esta vez las 1.200 personas sí le pusieron color y calor a los partidos, a comparación de las 200 que hubo anteayer y las 300 del domingo. Primero hubo duelo de cantitos entre italianos y franceses. Sin saberlo, se acomodaron en la misma tribuna y no pasó de cantos de aliento el duelo de hinchadas. A esa altura ya estaba visto que Portugal sería local en el último partido ante Argentina. Unas 600 personas vestidas de verde y rojo tronaban el nombre de su país cada vez que los chicos de Aberastain y el grupo de sanjuaninos que viajó empezaba a alentar con el “Argentina-Argentina”. Nunca estuvo en peligro el ambiente de fiesta. Las clásicas “olas” que nacieron en el mundial de fútbol de México, ayer se hizo un par de veces en el primer tiempo. Pelucas, bufandas y cornetas identificaban a los lusos. Banderas y redoblantes, a los argentinos. Y a pesar que Portugal jugaba de local el que terminó sonando como canción final fue “-un sentimiento, que no puedo parar”, en este nuevo ritual de los jugadores celebrando con los pibes y sus familiares. El triunfo de los jugadores también tuvo eco en las gradas, como dicen los españoles.
