San Juan, 22 de octubre.- Investigadores del Instituto y Museo de Ciencias Naturales de la Universidad de San Juan, encargados de estudiar los yacimientos más completos y valiosos de las primeras eras de los dinosaurios, fueron los responsables de este nuevo hallazgo. A partir del estudio que realizaron sobre los fósiles, pudieron determinar que, hace 200 millones de años, el sitio poseía un clima árido hipersalino.

Algunos de los ejemplares descubiertos presentan marcas de mordeduras, por lo que una de las hipótesis es que estos pequeños animales fueron transportados por sus predadores y ello favoreció a que fueran encontrados en un área de apenas 80 metros cuadrados.

La doctora Carina Colombi contó a la Agencia CTyS que, junto con miembros de su equipo de trabajo, encontraron “un nivel exquisito con más de 100 individuos, todos ellos de tamaño menor a cinco centímetros, incluidas pequeñas mandíbulas con sus dientes”.

Colombi explicó que el hallazgo permitió confirmar que si bien los dinosaurios sauropodomorfos eran las especies más comunes en la cuenca de Marayes -ubicada aproximadamente a 30 kilómetros de la ciudad de Marayes-, ellos convivían con una fauna muy numerosa y diversa.

“Es un nivel anormalmente rico en fósiles de pequeño tamaño, lo que en paleontología se llama microsite o bone-bed de microfósiles”, detalló la investigadora. Y agregó: “Este nivel se formó hace 230 millones de años atrás, durante el Triásico Superior, y junto con los yacimientos preservados en la cuenca de Ischigualasto, conforma uno de los mejores registros de la paleofauna triásica del mundo”.

Colombi, especializada en reconstruir los paleoambientes del punto de vista tectosedimentario y paleoclimático, aseguró que el hallazgo de microfósiles tan variados es muy útil “para reconstruir cómo se interrelacionaban los diferentes animales, las plantas y el ambiente en el que se desarrollaron”.

Causas que ocasionaron el cementerio de animales

El centenar de microfósiles fue hallado en un área que ronda los 80 metros cuadrados. Para explicar esta acumulación tan llamativa, los investigadores manejan varias hipótesis.

Colombi comentó que “una posibilidad es que animales de mayor porte, que desconocemos a qué especie pertenecerían, pero que posiblemente tenían un tamaño semejante al de una hiena, cazaran a estas pequeñas especies y las llevaran a un sitio común para alimentarse”.

La investigadora explicó que, en ocasiones, se puede encontrar cementerios de animales que por sus propios hábitos se acumulan en un determinado lugar, para empollar u otro motivo, o que acostumbran desplazarse en grandes grupos. Y, al acontecer un evento excepcional, tal como una erupción volcánica, fallecen y quedan enterrados todos juntos. Por otra parte, también es posible que una fauna fallezca en partes distintas y sea acumulada por un río por ejemplo.

Para explicar el bone-bed de microfósiles de Marayes, los investigadores se inclinan a pensar que se combinaron diversos factores. La doctora Colombi explicó que “los restos fueron acumulados por predadores, lo que provocó una selección de presas pequeñas que presentan marcas de mordidas”.

“Luego, seguramente, un agente como el agua barrosa desbordada de un río se encargó de transportar estos restos un corto trayecto y quedaron acumulados en un cuerpo de agua temporario en la llanura, donde se alteró la superficie de los fósiles por el crecimiento de algas y otros microorganismos, y comenzaron a mineralizarse a medida que quedaban enterrados por el barro salino”.

Paleoplantas, dinosaurios y dióxido de carbono

La conservación de los fósiles en varios yacimientos de San Juan es sorprendente, pero por sobre todas las cuencas se destaca Ischigualasto, porque no solamente preservó a los ejemplares más completos de primeros dinosaurios a nivel mundial, sino que también contiene de manera inmejorable a las plantas que vivieron durante el Triásico.

Colombi comentó que “por lo general, en paleontología, si tenés la suerte de encontrar restros de una planta, lo que queda de ellas es el moldecito, como si apoyaras la hojita en una plastilina, y un poco de carbón que indica que allí hubo materia orgánica, pero en Ischigualasto tenemos la fortuna de que no solo está el moldecito, sino también la cutícula, lo cual es muy bueno, porque es como una momificación, y vos podés levantar la hojita y mirarla y eso nos permite hacer estudios geoquímicos de isótopos estables y determinar la cantidad de dióxido de carbono que hubo en la atmósfera en esa época”.

Así, la investigadora Colombi buscará reconstruir, entre otros factores, los niveles de dióxido de carbono que hubo en la paleoatmósfera y entender cómo sus variaciones a lo largo del Triásico estuvieron acompañadas por el aumento o disminución de las diversas especies.

“Estoy avanzando en dicho trabajo, que será muy importante, porque permitirá saber qué poblaciones de animales, sean dinosaurios, reptiles, protococodrilos, u otros, se vieron favorecidas o desfavorecidas por los cambios de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera”, aseveró la especialista.