�El 15 de febrero del año pasado, el horror cayó del cielo. Sobre la ciudad de Chelyabinsk, en la región de los montes Urales, un meteorito de casi dos metros de diámetro y 10 toneladas de peso atravesó la atmósfera, se despedazó en varias partes y le provocó pánico y heridas a 1.500 personas. Entre ellas, 319 niños. Los daños materiales también fueron alarmantes: alcanzaron a 3 mil viviendas de al menos seis ciudades rusas. El meteorito dejó un agujero de seis metros.