La historia de las escombreras es tan antigua como la de las plantas sulfateras. Estas últimas comenzaron a trabajar en el departamento Calingasta a fines de la década de 1930. En un principio, el destino del sulfato de aluminio fue la industria de la curtiembre del cuero. Luego, a partir de la década del ’70, la producción aumentó notablemente debido a la demanda que Obras Sanitarias de la Nación hacía para utilizar estos sulfatos como clarificantes en la potabilización del agua.
El sobrante del procesamiento mineral, conocido en el lugar como pizarra y popularizado luego como escombrera, se depositaba muy cerca de las minas o de las plantas de procesamiento. El material acumulado fue formando montículos y con el tiempo, empleados de la misma sulfatera comenzaron a utilizarlo como defensa ante la crecida de los ríos y con la venia de gente del lugar que buscaba protección de sus cultivos y casas. La misma naturaleza fue desperdigando el material en los márgenes y muchas de estas escombreras que no se utilizaron para protección, entraron a formar parte del paisaje calingastino.
Estudios posteriores demostraron que no existe contaminación por las escombreras en los ríos Calingasta, Los Patos y San Juan y por tanto no existe riesgo para la vida humana. “Es material inerte y se constató que no contiene ningún elemento que pudiera ocasionar algún problema de salud, pero quedó en el lugar ya que opera como defensa frente a las crecidas de los cursos de agua. Sí se ha definido que existe una alteración paisajística pero que no tiene efecto alguno en la salud humana”, señaló al respecto el Ministro de Minería provincial, Felipe Saavedra, en un comunicado que oportunamente fuera difundido por esta cartera. Ahora y tras la reciente firma del contrato de adjudicación para las obras de remediación, iniciará el proceso que transformará el actual paisaje de Calingasta, que durante tantos años tuvo a cuestas las escombreras de sultado de aluminio.
