�La capitulación alemana en la Primera Guerra Mundial fue vista por parte del ejército y de grupos políticos de derecha como una traición perpetrada por las élites democráticas, lo que creó un ambiente de revanchismo que sería uno de los gérmenes del nazismo.
Un proyecto de investigación dirigido por Gerd Krumeich, de la Universidad de Düsseldorf, ha tenido como objeto precisamente trazar las conexiones entre la Primera Guerra Mundial y la propaganda política nacionalsocialista.
‘Sin la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias, el III Reich hubiera sido impensable‘, aseguró el historiador británico Ian Kerschaw, durante un congreso organizado por Krumeich. La derecha alemana de la primera postguerra, que tenía como íconos a generales como Erich Ludendorf y Paul von Hindenburg, creó un mito que fue parte de su arsenal propagandístico, el de un ejército que no había sido vencido en el campo de batalla.
Según esa leyenda -recogida luego por el líder del nazismo Adolf Hitler y por su ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels- la derrota alemana se había debido a la sublevación interna -protagonizada ante todo por comunistas y socialdemócratas y por la presunta plutocracia judía-, que terminaría con la proclamación de la República de Weimar el 9 de noviembre de 1918.
El Tratado de Versalles, que obligaba a Alemania a asumir prácticamente los costos totales de la guerra, era otro de los elementos de la propaganda de la derecha para atacar no sólo a las potencias extranjeras, que se beneficiaban del acuerdo, sino a los políticos de la república.
El 8 y 9 de noviembre de 1923 hubo un intento de golpe de Estado, comandado por el propio Adolf Hitler. Sin embargo, la policía bávara logró reprimir el levantamiento, en una acción que le costaría la vida a mas de una decena de golpistas que posteriormente sería instrumentalizados por los nazis como ‘mártires del movimiento‘.
Hitler fue juzgado y condenado a cinco años de cárcel por alta traición, aunque fue puesto en libertad después de nueve meses por buena conducta.
Los meses de cárcel los aprovechó para dictarle a sus compañeros de prisión Rudolf Hess y Emil Maurice parte de su célebre panfleto político ‘Mein Kampf‘ (Mi lucha).
