Las escuelas del centro, históricamente, fueron las más buscadas por los padres para anotar a sus hijos en el Nivel Inicial y desde ahí que avancen a la Primaria, independientemente del departamento de origen de los alumnos.

Pero eso sí, encontrar lugar en las salitas ahora es literalmente una lotería. Es que ya no depende de madrugar para ganar las pocas vacantes disponibles sino de un sorteo entre todos los aspirantes.

Ayer se cerraron las inscripciones para los jardines de 4 y 5 años en la provincia y la postal común fue la de padres (y también tíos, abuelos y primos) peregrinando entre las escuelas céntricas anotando a sus niños para tratar de conseguir la mayor cantidad de chances y de esa manera apostar a ganar alguno de los sorteos.

“Nosotros nos dividimos entre mis hermanos para inscribir a mi sobrina Victoria. Fuimos a diferentes escuelas, como a la Julieta Sarmiento, la San Martín o la Antonio Torres, todos desde temprano para tratar de tener más chances”, contó Yohana Ponce apenas salió de anotar a la niña en la ENI de calle Catamarca y San Luis.

Como para anotar pedían el DNI de los chicos, una estrategia fue sacarle fotocopias y la otra fue ir de un lado a otro en vehículos, hasta antes de que cerraran los registros, tanto en la mañana como en la tarde, que fue la otra opción para intentar ganar un lugar.

Pese a que desde hace un tiempo y por resolución ministerial ya no aseguran lugares por orden de llegada, algunos padres madrugaron para ser los primeros.

En la ENI Pynkanta, de Güemes y San Luis, una mamá llegó a las 6 de la mañana e incluso fue una de las primeras en la fila.

Pero no lo hizo para anotar a su hijo en el turno mañana, sino para el de la tarde, cuya inscripción se abrió a las 14.

Todo el tiempo estuvo junto a su a su bebé de 7 meses, a quien no pudo dejarlo con la abuela porque depende mucho de su mamá. “Cuando abrieron la escuela me dijeron que volviera a mi casa, porque las vacantes se ocupan por sorteo, pero yo quise asegurarme un número para mi hijo.

Sé que yo, que vine 8 horas antes de que abrieran las inscripciones, voy a tener las mismas chances que otra mamá que va a llegar al mediodía, pero espero que todo este esfuerzo valga la pena”, dijo María Vanesa Fernández, cuando aún le restaban muchas horas más de espera.

Con un rosario en la mano y orando, Laura Mérida anotó a su hijo en dos jardines de infantes y decidió quedarse en el Pynkanta a esperar el sorteo.

“Debería ser como antes, que a los primeros en llegar los dejaban inscriptos. A la mamá que se preocupaba por su hijo no le importaba madrugar con tal de poder educar a sus hijos en la escuela que le gustaba. Eso era un premio al esfuerzo”, dijo Laura Mérida, frente a la ENI 8.

 

 

Juan Carlos Torres/ Tío

 

 

“A las 4 de la mañana llegué para reemplazar a mi cuñado, que había venido a las 12 de la noche para ser de los primeros en la fila. Él después se fue al jardín de infantes de la escuela del barrio Del Bono, para anotar a mi sobrino en otro lugar. No nos queda otra opción que hacer así, después tener mucha paciencia en la fila y al final cruzar los dedos para tener suerte en el sorteo”.

 

 

 

Mariela Herrera / Abuela

 

“Me gusta la enseñanza en el jardín de infantes Julieta Sarmiento, del centro. Todas mis hijas fueron alumnas ahí y después pasaron a la primaria de la escuela Sarmiento. Como ahora mi nieta empieza el jardín, la idea fue que siguiera el paso de su mamá. Pero antes era otra cosa y había vacantes; además no me gusta este sistema del sorteo, no premia a la madre que se esforzó en madrugar”.

 

 

Martín Gómez/ Papá

 

“Con mi esposa nos dividimos. Ella fue a anotar a nuestro hijo en el jardín de infantes de la escuela San Martín y yo me vine al de la Antonio Torres. Al haber tan pocas vacantes en las dos escuelas, no quedó otra opción que anotarlo en los dos lados para aumentar las posibilidades. Dejé a mi esposa primero y llegué a la Antonio Torres como a las 5 de la mañana. Y ya había varias personas delante mío”.