Patricia le da de comer a sus hijos a las 11,30. Es que al mediodía le tiene que devolver los platos a la vecina que se los presta para que los chicos puedan almorzar. Es que los delincuentes le robaron hasta la vajilla. Esto sucedió cuando la mujer se mudó a la casa de su madre, en Albardón, porque tenía problemas con el embarazo. Luego de tener al bebé, regresó a su vivienda en la villa Juan XXIII en Chimbas y la encontró totalmente desmantelada. Sobrevive con la colaboración de algunos vecinos de la zona.
En el interior de la vivienda de esta familia todo es literalmente negro. No hay luz artificial porque se robaron todos los cables de la instalación eléctrica. No hay luz natural porque debieron clausurar todas las ventanas para evitar que ingresen nuevamente los delincuentes. Y el techo y las paredes están cubiertos de tizne, saldo del fuego que prendieron los vándalos mientras la casa estuvo deshabitada. Sólo en el dormitorio hay una tenue luz, gracias a la solidaridad de los vecinos. ‘La gente de la capilla de al lado me pasó un cable con un foco para poner donde duerme la bebé. De ahí también me permiten traer agua para tomar y cocinar. También me ayudan de un comedor comunitario donde me dan leche’, contó la mujer que vive junto a sus cuatro hijos, los dos mayores con una discapacidad mental leve y que además fue víctima de violencia familiar y por eso su esposo hoy está en la cárcel.
La mujer no trabaja porque no tiene quién le cuide los niños y sobrevive con la Asignación Universal que cobra por tres de ellos. Sin embargo, no pide que la ayuden con mercadería, sólo pide que le den utensilios para cocinar y al menos una mesa.
Recién ayer, el secretario de Desarrollo Social del municipio de Chimbas, dijo que estaba al tanto del caso. Agregó que asistirán a la familia y que se le va a refaccionar la casa, sin trasladarla a un hogar de tránsito ni separar a los chicos de su mamá, tal como se sugirió en un principio.

