Ya no es aquel nene de flequillo que quería ser médico, allá por diciembre de 2011.
Hoy es un adolescente de 17 años, alto, atlético y quiere ser visitador médico. Cinco años después, disfruta el mismo cierre de ciclo escolar y un idéntico premio al esfuerzo, la constancia y la valentía.
Franco Silva es un chico que padece hemofilia, una enfermedad de la sangre que genera hemorragias ante cualquier golpe o lesión, y que en la escuela muchas veces lo obligó a ir a clases soportando grandes dolores.
Aquel diciembre de 2011 egresó de la escuela Primaria con un promedio de 9,93 y como escolta de bandera. Este diciembre, Franco volverá a integrar el cuerpo de bandera pero en la Secundaria, en el colegio Santo Tomás de Aquino. Hoy, en la tarde, será el acto formal en esa institución.
“Fue una sorpresa. En la Primaria me lo esperaba, pero ahora no”, dijo el joven al enterarse de que será tercer escolta. “Por su mérito académico integrará el Cuerpo de Bandera” reza la carta que el colegio envió formalmente a la familia.
Para Franco, la Secundaria sigue siendo una aventura, tal como pasó en jardín de infantes y luego en la Primaria.
Y para su madre también, porque debe luchar contra sus propios miedos y soltar la mano de su hijo a sabiendas de que cualquier golpe o caída deriva (y derivará) en episodios de hemorragias internas que obligan a ir de urgencia al hospital, para recibir vía intravenosa un factor coagulante.
Como estos episodios tienen largas recuperaciones y los dolores son agudos, los estudiantes con hemofilia suelen faltar continuamente a clases, por lo que es común la repitencia escolar, indicaron los especialistas.
“A veces el dolor fue insoportable, pero no me gusta faltar, menos si hay alguna prueba”.
FRANCO SILVA – Estudiante
Pero muchas veces Franco tuvo que asistir a clases prácticamente sin poder caminar y ayudado por muletas, débil, enfermo, tratando de concentrarse en alguna prueba o trabajo pese a sus tremendos dolores. Y otras alcanzó a hacer un examen y tuvo que ser retirado luego por su madre simplemente porque ya no aguantaba más.
Este año, para colmo, mientras estaba con un grupo de compañeros tuvo la mala suerte de que una rama se desprendió y le produjo una severa lesión en su cara y ojo, que se agravó por su condición de hemofílico.
“Entre la Primaria y la Secundaria, eso fue el peor problema que tuve. Casi perdí el ojo”, confesó. Fue en junio, en fecha de exámenes, pero eso no impidió que apretara los dientes y siguiera yendo a clases.
Fanático de River y de Trinidad, a Franco le encanta el fútbol. Juega con amigos que lo cuidan, pero ahora quiere ir un paso más allá y hará una prueba de talento en Trinidad, para tratar de ganarse un lugar en el equipo de 4ta División, la categoría previa a Primera.
Sabe que será inevitable el roce entre rivales y la posibilidad latente de una lesión. Pero está tan acostumbrado a los retos, a sufrir dolores que ningún chico debería padecer y a luchar día a día contra una enfermedad traicionera, que eso será sólo un desafío más en su vida.
Caso severo
La hemofilia produce hemorragias internas o externas ante cualquier golpe o, en casos severos, en forma espontánea. Franco es un caso de hemofilia severa, por lo que puede estar sentado en clases y sufrir un episodio. Es una patología genética y la padecen 1 de cada 10.000 nacidos.
Como en la Primaria
Un ejemplo
En diciembre de 2011, la historia de Franco se hizo conocida a través de DIARIO DE CUYO (foto). Tenía 12 años y había terminado la Primaria con un excelente promedio y en el cuerpo de bandera. Por entonces, el médico Daniel Arias, jefe de Hematología del Hospital Rawson, dijo que su caso era un estímulo para otros niños hemofílicos y un ejemplo de que siguiendo puntillosamente el tratamiento se podían lograr metas pese a la enfermedad.