Sentarse en la galería soleada en plena siesta sanjuanina, leer un diario a la luz de esa ventana que a veces parece extraña. Una oración en la capilla con pocas banquetas de madera y un enorme cuadro del corazón de Jesús que todo lo observa. Mirar a la distancia en esas tardes que no acaban, como si esperaran que alguien muy querido atravesara las puertas arqueadas. Sólo instantes, sólo flashes, sólo recuerdos.
Atravesar los años maduros de la vida es hacer un pacto con la soledad. Entonces, las arrugas que surcan hasta los dedos tienen una razón de ser. Estas son postales de la Residencia para Adultos Mayores Eva Perón, más conocida como el Hogar de Ancianos. Allí los días toman otra dimensión. Todo parece transcurrir en cámara lenta.
Músculos entumecidos, uñas endurecidas, corazones que siguen amando, sufriendo, recordando. Algunos se niegan a desprenderse del pasado, para otros, la residencia es el único hogar posible. El desafío es seguir andando y encontrar una razón para despertar cada mañana y sentirse acompañado en medio de tanta soledad.
Fotos y texto: Marcos Urisa