�Teodora Villegas (67) tiene en la sequía a su peor enemigo. Es que ni los ladrones -que en la zona los hay-, ni los zorros, han provocado tantos estragos como la tozudez de la naturaleza, que hizo que en la zona no precipite una sola gota desde enero. Conoce el paraje de Camarico como ninguna, nació y piensa morir en esas tierras, y sabe que las pasturas duras y amarillas no pueden alimentar a sus cabras. Tiene unas 150 y 2 caballos, pero 2 años atrás el plantel era el doble. Se vale de fardos de pasto que los consigue entre 35 y 45 pesos, pero necesita de 10 al día para alimentar a sus animales. Una cabra que debería pesar 35 o 40 kilos, hoy a duras penas supera los 20 kilos, por lo que a la hora de venderlas pierde plata. Para que la ecuación cierre y pueda alimentar a los animales, venden el abono que se paga entre 1.300 y 1.400 pesos la camionada. Su reservorio natural de agua tiene el piso resquebrajado, sediento.
‘’Uno de acá no se va a ir. Pero solos no podemos salir, hay ayuda del municipio pero no alcanza, falta una solución de fondo, algo que nos permita resurgir’’, dijo Teodora, mientras caminaba junto a este equipo periodístico rumbo a los corrales.
