Fabián tenía 23 años cuando compró por casualidad el Fiat Europa IAVA 1.300. Por ese entonces él estaba en Córdoba acompañando a unos amigos a elegir un auto, pero pasó lo impensado: Amor a primera vista. Vió el IAVA y lo compró.

En aquel momento estaba lejos de hacerse fans de la marca, pero el tiempo, la información y el cariño por la máquina modelo 80 pudo más.

“Me gusto porque estaba fachero y en muy buen estado. Era y sigue siendo negro, le hice arreglos porque por suerte muchos repuestos originales todavía se consiguen aunque con otros se hace difícil”, relata.

Una vez en la provincia, Miguel Gálvez, atento en su búsqueda de propietarios de IAVA, lo ubicó y lo sumó a este mundo de pasión.

“Demanda mucho tiempo cuidarlo y tenerlo en excelentes condiciones, y la verdad, es que no lo vendería. Me han ofrecido muchas veces muy buen dinero pero es el amor de mi vida, no lo vendo”, cuenta cuando recuerda que una persona insistió tanto que le pidió 28 mil dólares.

“Por supuesto me dijo que estaba loco, pero no entendía que yo no quería venderlo”, dice.