Claudia Vargas (49) siempre empezó desde el escalón de abajo. Hace 30 años comenzó haciendo trabajo administrativo en la Universidad Nacional de San Juan, después fue secretaria del rector Kuchen, y ahora es la directora de Ceremonial y Protocolo de esa casa de estudios. Paralelamente empezó a hacer bordados a mano, pintura en tela y tejido al telar hasta llegar a convertirse en una profesional de la alta costura, confeccionando vestidos que vende a novias y quinceañeras. Dice que ambos trabajos son de tiempo completo, pero que supo ingeniárselas para sobrellevarlos a la perfección, y sin que eso interfiriera en su vida familiar o social. Y que está dispuesta a continuar con ambos hasta que su cuerpo le diga basta.
"Realmente es muy loco cómo trabajos tan diferentes se pueden complementar a la perfección -sostiene Claudia-. El protocolo es algo rígido donde se tiene que respetar lo establecido. Y la alta costura es algo totalmente flexible donde uno puede dejar volar la imaginación y la creatividad. El primero me da estabilidad laboral y el segundo, la posibilidad de hacer catarsis y de expresarme libremente. Ambos expresan, de cierto modo, mi esencia. Por un lado soy una persona que respeta las reglas y, por otro, alguien que explota la libertad de expresión".
Un día normal de trabajo para Claudia arranca a las 7 de la mañana, cuando marca tarjeta en el Rectorado de la UNSJ, pero no tiene horario de cierre. A las 15 horas regresa a su casa, siempre y cuando no haya programado algún tipo de acto, congreso o conferencia en el ámbito universitario. Y destina una hora para almorzar y hacer un par de tareas hogareñas. Después se sienta frente a la máquina de coser y de allí no se para hasta pasada la medianoche. Aún así, en algunas ocasiones, no le alcanza el tiempo para terminar una costura a tiempo.
"Hay ocasiones en que me tuve que llevar las costuras al Rectorado, y aprovechar cada momentito libre para terminar de pegar mostacillas -cuenta la modista-. Pero me encanta realizar estos dos trabajos a la vez porque me genera adrenalina y una gran satisfacción personal y profesional, tanto cuando veo que un acto salió sin ningún tipo de errores, como cuando veo a una quinceañera emocionada, luciendo una de mis creaciones".

