"La redondez de la Tierra está ponzoñada. La maldad nos acecha de día y de noche. Los espíritus desconocidos se meten en nuestro cuerpo para enfermarnos. ¿Quieren exorcismo? ¿Quieren curaciones? Digan sí o no. No los escucho. ¿Lo quieren, sí o no?". La pregunta de don Luis Paredes tomó por sorpresa a todos los concurrentes a la fogata en honor a San Juan Bautista que se realizó la noche del miércoles pasado en el Barrio Patagonia II, de Media Agua. Pero la respuesta no se hizo esperar. Todos gritaron un sí con la misma energía que unos instantes antes habían alabado a San Juan Bautista durante la procesión.
Cruz en mano y con frases en latín, Paredes inició la ceremonia del exorcismo masivo. Sólo se escuchó su voz, interrumpida únicamente cuando los exorcizados tuvieron que decir con mucha convicción "dolor del cuerpo y de mi alma, brujería y hechicería, espíritu desconocido, retírate de mi cuerpo, de mi alma, de mi casa y de mi familia".
La ceremonia terminó a los 15 minutos. Pero nadie se movió del lugar. Llegó el turno de unir fuerzas para la ceremonia de las curaciones. Y de una enfermedad específica: el cáncer.
"El cáncer y Jesucristo se fueron a Roma, el cáncer se queda, Jesucristo torna. Muera el cáncer, viva la fe en Cristo", dijo Paredes. Otra vez los presentes se unieron en la oración. Algunos con los brazos abiertos en forma de cruz y mirando el cielo. Otros llorando, abrazados a la imagen del santo. "Gracias a San Juan Bautista estoy viva -dijo Roxana, que por segundo año consecutivo viene de Mendoza para participar de esta fogata tradicional-. Gracias a él me curé de un tumor cerebral".
De a poco la gente fue tomando posición. Los que sólo iban a mirar lo hicieron alrededor del alambrado. Los que iban a probar su fe, en fila india en la puerta de entrada al predio. Entre ellos Alfonso Pacheco, quien hizo caso omiso al pedido de su nieto que le gritó, desde el otro lado, que no pasara por las brasas porque se iba a morir. "Quedate tranquilo -le respondió el abuelo-. Hace 30 años que lo hago y nunca me pasó nada".
Este hombre formó parte del grupo de los agradecidos que pasaron por el fuego a modo de ofrenda a San Juan por el sólo hecho de estar vivos y bien. En el otro grupo estuvieron los curiosos que caminaron descalzos sobre las brasas para corroborar si era verdad que no quemaban. Lo comprobaron. Terminada la pasada, aplaudieron a don Paredes en señal de aprobación.
El segundo grupo estaba preparado para iniciar la ceremonia. Pero la caída de un hombre la detuvo. Paredes tuvo que recurrir nuevamente a la cruz y al latín para "liberarlo de los malos espíritus" y lograr que se levantara.
Todo siguió su curso, con más hombres, mujeres y niños que se animaron a probar su fe en medio del fuego. Pero las brasas se extinguieron y hubo que dar por finalizada la ceremonia. Sin embargo, la gente no abandonó el predio. Nadie quiso irse sin recibir "la bendición de don Paredes", ni de volverle a rogar a San Juan Bautista que les saque los malos espíritus del cuerpo, del alma, de la casa y de la familia.

