Roberto Basualdo definió hace mucho que Sergio Massa era su candidato a Presidente. Fue entre abril y mayo del año pasado, cuando todavía faltaban muchas definiciones. Tan rápida fue la apuesta que, por ejemplo, Rodolfo Colombo y Enrique Conti opinaron que la decisión había sido al menos precipitada y que aún faltaban definiciones que merecían tenerse en cuenta antes de tomar semejante rumbo. Basualdo insistió en que ese era el momento. Claro, las encuestas decían que el diputado nacional iba en ascenso y, seguro, pensó que ese número se mantenía. Pues no. Hasta ayer, por ejemplo, Sergio Massa tenía el 21% de apoyo y Daniel Scioli el 28. En otras encuestas es peor la diferencia e, incluso, colocan a Mauricio Macri por arriba hasta de Scioli. Massa está cayendo y no tiene mucho tiempo de levantar. La jugada de amontonar gente que se explica en la crónica que precede estas líneas, es reprochable desde el punto de vista programático y parece más un manotazo de ahogado para salvarse de hundirse con Massa, que otra cosa. Es esa vieja costumbre de unir los nombres a costa de cualquier maniobra. Para colmo el basualdismo ya sufrió ese drama: mientras fue año de elecciones, todos aparentaron estar unidos. Al año siguiente, en 2014, todos empezaron a hablar de todos y el frente se murió. Ahora, que hay elecciones nuevamente, vuelven a mostrarse juntos y a ahondar en esa vieja idea del rejunte. ¿Tendrá futuro?

Julio Turcumán / DIARIO DE CUYO