Entre los espacios más elegidos en la Capital están el Parque de Mayo y el predio del centro cultural ex Estación San Martín, que congregan a gran cantidad de familias durante todas las siestas.

Es que a esa hora, el Sol de la siesta calienta el ambiente, pero no es demasiado intenso. Por eso, los niños pueden jugar debajo de él sin correr riesgos de enfermarse ni pasar frío.

El bullicio que se escucha en el patio de la ex estación delata la presencia de los más chicos. Adentro, mientras unos trepan una red de cadenas, otros bajan rápidamente por el tobogán y el resto va y viene en las hamacas o las maromas. Sus madres los miran sentadas en el pasto, con el mate en la mano y los paquetes de galletas listos para cuando los chicos empiecen a sentir hambre. Ellas comentan que están tranquilas porque pueden cuidar a sus hijos y lo que más les gusta del espacio es que está cerrado con alambrado, lo que impide que los chicos salgan a la calle.

Otra atracción del lugar es el Museo de la Memoria Urbana, ubicado justo al lado del predio. Según contaron los encargados del lugar, muchas madres dejan que, después de jugar, los chicos vayan a experimentar la sensación de estar en el simulador de sismo.

Unas cuadras hacia el Norte, en el Parque de Mayo, también se ve los grupos de personas sentadas sobre el césped tomando mate. Sin embargo, los chicos realizan otro tipo de actividades. Algunos grupos prefieren deslizarse sobre ruedas, para eso usan bicicletas, patines o monopatines. Mientras que otros, más tradicionalistas, eligen saltar la soga. Correr mientras se pasea a las mascotas o jugar al fútbol en familia también son opciones en este espacio verde.

Con estas condiciones, en ambos lugares el movimiento durante la siesta es intenso. Claro que, cuando llegan las 18, todo vuelve a la tranquilidad, porque cuando el Sol comienza a esconderse el aire fresco se hace sentir.