"Yo empecé en junio del año pasado. Tenía problemas familiares y bebía mucho alcohol. Me levantaba a las 4 de la mañana a tomar. Conocerlo -a Lozano- me ayudó a descubrir un nuevo camino. Aprendí a perdonar gracias a él. Lo vamos a extrañar, porque compartíamos muchas comidas, charlas y momentos de oración", dijo Alberto Gómez, uno de los jóvenes que pertenecen al Hogar de Cristo, un lugar que trabaja para la recuperación de adictos y que fue fundado por monseñor Jorge Lozano, en el marco de su tarea pastoral en Gualeguaychú. Alberto llegó junto a otros compañeros del hogar, y a otras personas desde Entre Ríos. Todos ellos viajaron durante casi 20 horas sólo para estar cerca de quien los ayudó a salir de las adicciones.
Este viaje lo hicieron para despedirse y agradecer la mano que les tendió. Se mostraron muy emocionados cuando hablaron del religioso y por momento no pudieron contener las lágrimas. La voz les tembló al reconocer cuánto lo van a extrañar, pero dijeron que están seguros que el trabajo que ahora tendrá en San Juan tiene el objetivo de ayudar a otros jóvenes.
"Ojalá se dé la posibilidad de que haya un hogar acá. Dentro de un tiempo van a descubrir cuánto los va a ayudar a cambiar las cosas malas de este lugar. Si hay chicos con adicciones y todos lo apoyan él va a trabajar con todas sus fuerzas para brindar asistencia", dijo otro de los jóvenes.
Amigos desde la juventud
Ramón y Viviana Massot son un matrimonio amigo de Jorge Lozano. Ellos llegaron desde Buenos Aires para acompañar al religioso en el acto de asunción. Conocen como pocos al arzobispo coadjutor, pues son amigos desde la juventud y su vínculo es tan fuerte que monseñor bautizó, les dio la comunión y hasta confirmó a sus tres hijos. ‘Y ya casó a uno de ellos’, dijo llena de orgullo Viviana, quien no borró ni un instante la sonrisa de su rostro.
Se conocen hace más de 40 años y gracias a esa amistad se atrevieron a definir a Lozano como un hombre honesto, transparente y que le pone mucha garra a todo lo que emprende. "Teníamos 19 años cuando nos conocimos. En aquel momento compartíamos tiempo en la iglesia. Fui seminarista junto a Jorge durante un par años, yo después salí, mientras que él siguió’, dijo Ramón y contó que su esposa lo conoció años después, y que mantienen una fuerte amistad. De hecho en cada uno de los actos en los que Lozano comenzó un nuevo rol ellos estuvieron presentes.
"Yo vine a San Juan cuando era chica y volver en este contexto es una alegría enorme. A Jorge lo fuimos acompañando en cada una de sus ceremonias e hitos que tuvo a lo largo de su vida’, agregó la mujer, y en forma de consejo, dijo que ningún sanjuanino se va a arrepentir de conocer al nuevo arzobispo coadjutor de San Juan.

Un regalo hecho con amor
Ludmila Tello tiene 6 años y es aspirante a la Acción Católica de la parroquia de Santo Domingo, de Chimbas. Llegó al acto de bienvenida con un solo propósito: entregarle a Lozano un regalo. "Es un dibujo que yo hice. Estamos él, yo y la Iglesia. Estoy feliz porque se lo di en la mano", dijo la nena.

