Dicen que el humor sana y ella está convencida de que es así. Por eso si con una payasada ella puede hacer sonreír a una persona, su día está completo. Sofía Gochicoa (24) es miembro del grupo de Payamédicos en San Juan (una red mundial de profesionales de la salud que se disfrazan de payasos para divertir a los pacientes y mejorar así sus sistemas de defensas y tolerancia a las enfermedades). Desde el humor, precisamente, busca ayudar a las personas que atraviesan alguna afección de salud internadas en un hospital o residencias de adultos mayores. Y lo hace porque sabe, por experiencia propia, lo que es necesitar una sonrisa, una esperanza, una luz en medio del dolor.
Es que para ella el humor fue sanador y desde las idas y vueltas de su historia, aún siendo tan joven, es lo que ella intenta trasmitir a la gente. "Llegamos a San Juan desde Mendoza, mi mamá estaba depresiva por el fallecimiento de mi papá y se le había complicado su salud por el hipertiroidismo’, cuenta la joven. Esa situación la tenía tan afligida como inmovilizada. Hasta que se dio cuenta: "Como siempre en esos momentos acompañé a mi mamá, a partir de allí supe que quería acompañar a la gente", explica.
Flamante psicóloga, Sofía trabaja en el comercio de su familia y reparte su tiempo con las intervenciones que los "Payas" requieran.
En 2013, cuando hacía poco había comenzado a estudiar Psicología, dio con un grupo de Payamédicos que estaban en la peatonal. Se acercó, buscó información y a partir de allí decidió animarse a ser una más del grupo. Es así como se formó en "payateatralidad", improvisación, ética y deontología, contacto hospitalario y otras áreas. "El humor me conectó con un modo distinto de percibir la realidad y transformarla. Del humor yo hice un cable a tierra y como mujer potencio mi sensibilidad para conectar con la gente", dice.
De sus primeras experiencias recuerda un momento que quedó grabado a fuego por la emoción que causó. Fue en la Terapia Intermedia del Hospital Rawson, con un chico de 15 años que tenía parálisis total. Sólo podía mover los ojos y su mamá lo acompañaba. "Ella fue el nexo con nosotros y por ella nos enteramos que el chico había sido arquero de hockey, así que empezamos a improvisar sobre esto y con sus ojitos es como que él nos empezó a dirigir y nos daba el ok. En un momento el chico se emocionó y empezó a llorar, fue catártico para todos", recuerda.
Actualmente Sofía sigue sumando anécdotas y todas llenan el alma. La más reciente fue en el Hospital San Roque de Jáchal, experiencia que le permitió confirmar una vez más que el humor fortalece.