Padre Angel Hernández, vicerector del Colegio Sacerdotal Argentino
Lo conoció personalmente en el 2001, cuando compartieron una cena en el Colegio Sacerdotal Argentino, en Roma. El sanjuanino Angel Hernández ya era sacerdote y a su vez, estaba perfeccionándose. Jorge Bergoglio, en ese entonces, todavía no era Francisco. Una charla de por medio fue el corolario de una fascinación que con el tiempo se fue acrecentando.
No fue el único contacto: un tiempo más tarde, el cura jachallero participó en el consistorio donde a Bergoglio le fue concedido el título de obispo de Buenos Aires, en la Plaza de San Pedro.
Aquella vez, al padre Angel como a sus compañeros, les resultó llamativo que no se hizo hacer su sotana roja, sino que pidió que le arreglaran la de su antecesor, el cardenal Quarrachino y que en lugar de utilizar el auto oficial fuertemente custodiado para llegar hasta el lugar de la ceremonia prefiriera subirse al Fiat Palio del rector.
Hace siete meses Hernández dejó su lugar como director espiritual en el Seminario de San Juan para ocupar el cargo de vicerector del Colegio Sacerdotal Argentino y la Iglesia Nacional Argentina por decisión de la Conferencia Episcopal Argentina. Por esos roles es que pudo concelebrar misa el 3 de diciembre pasado ni más ni menos que junto a Francisco y a otros tantos sacerdotes y cardenales en la Casa de Santa María. Obviamente que esta ceremonia permanece latente en su memoria y en su corazón según pone en palabras.
"Me impactó su simplicidad. Hace viva la eucaristía con un sentido de gracia y gratitud. Enseña con gestos y palabras. Por ejemplo, cuando terminó la misa nos fue saludando uno a uno. Cuando me tocó el turno, me presenté por mi nombre y mi rol. Y el Papa de inmediato me dijo, vos me escribiste una carta que no he podido contestar, te pido disculpas. Eso para mí fue una sorpresa enorme. Me demostró que ocupe el lugar que ocupe, está atento a cada detalle y nos mira a todos como persona”, describe ese instante de fe.
