A las 18.30 comienzan a vivir la mejor etapa del día. Una en la que acceden a un plato de comida caliente y a la posibilidad de no morir por hipotermia a raíz de las bajísimas temperaturas registradas en estos últimos días. Son los ocho indigentes que pasan las noche en el Proyecto Águila, el refugio que armó en el garaje de su casa Viviana Fornés para asistir a personas de situación de calle. Allí no sólo duermen y se alimentan, sino que ponen en práctica normas de convivencia basadas en el respeto y la colaboración para que el lugar funcione como un verdadero hogar. Este refugio se mantiene gracias a la solidaridad de la gente que se ofrece hasta para ayudar con la limpieza.
Ni bien el refugio abre sus puertas, comienzan a llegar sus ocupantes para merendar. Ingresan en silencio para no despertar a Don Tito que ya está durmiendo. Los 80 años que carga encima hace que cada vez se agote más de pasar el día deambulando por las plazas. Los demás lo dejan descansar, pero con una condición: que les cuente más anécdotas de cuando fue chofer del exgobernador de San Juan, Leopoldo Bravo.
Tras acomodar las pocas pertenencias personales sobre las cuchetas, los ocupantes del refugio vuelven a leer la pizarra que está colgada en una de las paredes. Allí está el cronograma de tareas y a quién le corresponde lavar los platos esa noche. Ninguno puede ni se atreve a evadir sus responsabilidades. Saben que si lo hacen deberán abandonar el refugio. "Acá las reglas son muy claras y las respetamos para poder seguir viniendo. Pero tampoco lo hacemos por obligación. Acá nos tratan tan bien que te da gusto ayudar con las tareas. Somos como una familia donde todo se respeta. Nadie molesta a los demás ni les toca sus pertenencias. Todos tenemos muy pocas cosas, pero para nosotros valen oro", dijo Lucio Castelar, un entrerriano que lleva 4 meses en este refugio.
Proyecto Águila se encuentra en calle Estados Unidos 1330 Sur, en Villa del Pino, Capital.
Uno de los últimos en llegar fue Ariel Quiroga. Lo primero que hizo fue levantar el colchón para ver si su tesoro seguía ahí. Suspiró tranquilo cuando comprobó que su cuaderno y la libreta de calificaciones seguían donde los dejó. Este año decidió concretar el sueño de terminalidad primaria.
En el Proyecto Águila sólo hay espacio para cuatro cuchetas dobles, una mesa, sillas, un televisor y la estufa eléctrica que permanece prendida desde las 18.30 hasta las 8 del día siguiente, hora en que los linyeras vuelven a su vida en la calle. Pero el refugio permanece abierto, pero para recibir a los voluntarios que llegan a donar mercadería, ropa y hasta mano de obra. Entre ellos, Vanina Marinero, quien tiene 29 años y trabaja en una empresa de limpieza. A diario, y tras salir del trabajo, va al refugio para ayudar a preparar la comida o cuidar que la convivencia interna se mantenga en paz. "De todos lados vienen a ofrecernos ayuda y eso motiva a seguir con este proyecto. Hay muchas personas humildes que no tienen cosas materiales para donarnos, pero que vienen a ofrecer su tiempo y su trabajo para colaborar", dijo Viviana Fornés, justo en el momento en que llegaban al refugio Graciela Correa y su marido. Viven en la Villa Hipódromo en Rawson y, pese al frío de la noche, se trasladaron en moto hasta el lugar y con un fin solidario. Ella se ofreció a amasar semitas y pan casero para que consuman en el refugio. Sólo pidió que le den los insumos porque no tiene para comprarlos. Por su parte Manuel, su marido, que hace changas para sobrevivir, ofreció llevarles unas banquetas de madera por si les hace falta. Dijo que no es carpintero, pero que se da "maña" para hacer este tipo de muebles. Ambos se quedaron un rato en el refugio donde los pasajeros les ofrecieron mate para agradecerles el gesto.
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Opción estatal para refugiar a indigentes
El Ministerio de Desarrollo Humano y Promoción Social lleva adelante el "Operativo Frío", haciendo hincapié en la asistencia a personas en situación de vulnerabilidad social.
Este programa de contención social funciona durante todo el año, pero es en época de frío donde se refuerzan las acciones referidas al alojamiento, alimentación, abrigo y atención integral de la salud. Parte de este operativo consiste en trasladar a personas que estén en situación de calle a los lugares especialmente acondicionados por la cartera social para que puedan pernoctar, conocidos como refugios. Actualmente son tres, el Hogar María Teresa de Calcuta para varones, el Hogar Aurora para mujeres víctimas de violencia, y el Refugio Papa Francisco, en el Hospital Rawson.
LUCIO ESTELAR
> Un entrerriano que quiere una vida mejor
Lucio Estelar hace honor a su apellido en el refugio Proyecto Águila. Siempre está de buen humor y con una actitud positiva, pese a que sigue viviendo literalmente en la calle y desocupado. Tiene 38 años y hace cuatro meses que llegó desde Entre Ríos, su provincia natal, en busca de una vida mejor. Pero aún no logró concretar sus aspiraciones, principalmente porque no ha conseguido trabajo ni siquiera en su rubro: el campo. Igual no pierde las esperanzas, ya que lleva poco tiempo en estas tierras. "De a poco estoy conociendo esta provincia y presentándome en algunos lugares para pedir trabajo. Sé hacer de todo en el campo así que creo que algo voy a conseguir en algún momento. Por ahora sigo limpiando parabrisas en las esquinas. Lo bueno es que los sanjuaninos son muy solidarios y con un gran corazón. Lo veo todos los días acá en el refugio donde te brindan hasta afecto aún sin siquiera conocerte y sólo a cambio de respeto y colaboración. Es muy grande lo que hacen porque en realidad nos están salvando de morirnos de frío", dijo Estelar, quien agregó que en el refugio reina la buena convivencia gracias a las normas establecidas como la prohibición de asistir alcoholizado o drogado, o la de tocar las cosas ajenas.
ARIEL QUIROGA
> En busca de la superación personal
Ariel Quiroga no sabe si su futuro va a ser mejor que su presente. Pero está seguro de que hará todo lo posible para que esto suceda. Tiene 34 años y desde hace mucho tiempo (no precisó fecha ni razones) vive en la calle. Desde hace un año comenzó a concurrir al refugio de la "señora Vivi" para dejar de dormir en las inmediaciones de la Terminal. Su objetivo principal fue prevenir una gripe para no faltar a clase. Es que comenzó a cursar la terminalidad primaria en una UEPA (Unidad de Educación Primaria para Adultos). "Quiero aprender muchas cosas para poder conseguir un buen trabajo. Me va muy bien en la escuela -dijo mostrando con orgullo la libreta de calificaciones-, sólo tengo Regular en lectura porque es lo que más me cuesta. Acá en el refugio los muchachos me ayudan a practicar para que mejore. Voy a aprovechar las vacaciones de invierno para leer más", dijo el joven.
Durante el día Ariel se gana la vida haciendo changas en la Feria y Mercado de Abasto, en Capital. Allí también consigue que le donen algunas frutas y verduras que lleva al refugio para compartir con el resto de los ocupantes. "Hay que hacer agradecido con la ayuda recibida. Mi forma de dar gracias es compartiendo lo poco que tengo", aseguró.
TITO DALMONEGO
> De chofer oficial a vivir en las plazas
Tito Dalmonego lleva la cuenta de cuánto tiempo lleva vivido. Con voz alegre dijo "tengo 80 años, 2 meses y 5 días" antes de comenzar a contar su historia. Lo primero que mencionó fue el trabajo que desempeñó por muchos años y que le permitió conocer San Juan como la palma de su mano. Dijo que fue el "chofer personal" del exgobernador de la provincia Leopoldo Bravo. "Yo lo llevaba por todos lados a él y a Polito, su hijo. Hasta fuimos 20 veces a Buenos Aires en el auto. Fueron épocas muy buenas que jamás voy a olvidar", dijo emocionado.
Hace 5 meses que Tito pasa las noches en el Proyecto Águila, pese a tener una familia y una casa propia, y cobrar una jubilación. Agregó que no está "mal de la cabeza", sino que sólo quiere tranquilidad y la libertad de hacer lo que quiera sin que nadie le recrimine nada. "Mi hijas son muy buenas y las adoro, pero me gusta estar solo. En el día me la paso sentado en las plazas mirando a la gente y en las noches vengo al refugio porque sé que si me quedo a la intemperie me voy a morir de frío, y porque me gusta hablar con los demás muchachos con los que ha hemos conformado una familia. Gracias a Dios todos nos llevamos muy bien", dijo el hombre.
> A la intemperie por decisión
Cuesta entablar una conversación con él. Desconfía de las buenas intenciones hasta de las personas que se acercan a llevarle comida o una frazada. Es que ya le pegaron y le robaron hasta el documento. Gustavo Garay tiene 52 años y es oriundo de Formosa. Hace cuatro meses llegó a San Juan en busca de trabajo. Desde entonces vive en la calle y duerme al reparo de un tanque de agua que hay en el predio de la Terminal, en Capital. Una noche fue a un refugio (no especificó a cuál de ellos) para pasar la noche, pero no quiso regresar. Volvió a dormir en el suelo o sobre un cartón a la intemperie hasta que alguien le donó un colchón. "En el refugio a veces hay problemas entre los ocupantes, que se pelean. A mí no me gustan esas cosas porque no soy una persona violenta. Por eso prefiero seguir durmiendo bajo el frío, pero con tranquilidad. Sé que no me voy a morir congelado porque me pongo mucha ropa, me tapo hasta la cabeza y duermo abrazado al negrito, un perro tan callejero como yo", dijo el hombre.
Por el momento, Garay sobrevive con las "monedas" que gana cuidando autos y con la comida que de lunes a sábado le lleva un grupo solidario. "Por ahora estoy bien, porque los otros cuidacoches me cuidan también. Pero me gustaría estar mejor. Me ofrezco para trabajar a cambio de techo y comida, espero que alguien me ayude con esto", dijo.