En la mirada de un foráneo o en la charla con un isleño, pareciera que la vida en Puerto Argentino no tiene cabos sueltos. Todo funciona y bien. La limpieza es total a pesar que casi no hay basureros. La conducta del isleño es no tirar nada y la escuela es el caldo de cultivo para esa actitud, que hasta incluye a los padres en esa tarea de cuidar la ciudad. Los vehículos cumplen, en una ciudad con poco movimiento, con las reglas de tránsito al pie de la letra y al que no, le sacan el carnet por un tiempo que está atado a la gravedad de la infracción. Cuando un ciudadano va a cruzar la calle, los vehículos se detienen.
Otro elemento que hace al orden social es que cada persona que es residente tiene trabajo. Es más, es la condición indispensable llegar con un contrato de trabajo para lograr los permisos que permitan establecerse en las islas. Aquella idea de venir “con una mano atrás y otra adelante” aquí no rige. Un trabajo e ingresos suficientes para alquilar y comer son indispensables para poner un pie en Puerto Argentino.
Las rejas o medidas de seguridad no existen. Los lugareños explican que no hay delincuencia. La policía tiene detenidos a personas acusadas de pedofilia o algún que otro borracho, pero no ladrones. El alcoholismo sí es un tema que los preocupa. Los bares son el destino de muchos trabajadores luego de las 18 y hasta las 23 -horario de cierre- suelen estar tomando. Es casi cultural, el clima tan riguroso y que muchos no formen familia los lleva por ese camino. Como buen bar británico, no faltan las peleas, cuenta los isleños