No tienen un problema psicológico ni una alteración orgánica: simplemente tartamudean. Y ya sea porque hay más información en los hogares o porque en las escuelas los detectan antes, cada vez son más los casos de chicos que por este motivo, llegan a la consulta en el Gabinete Técnico Interdisciplinario Carlos Veronelli, que depende de la Dirección de Área Gabinetes del Ministerio de Educación y que nuclea a todas las escuelas estatales de la provincia. Y así como hoy en día se sabe que la disfluencia, término actual con que se denomina a la tartamudez, es un cuadro fonoaudiológico y no orgánico ni psicológico, también se afirma que la aceleración en el ritmo de vida actual es una de las causas del aumento de casos. Un modelo de comunicación acelerado, lejos de ayudar, contribuye a la aparición de chicos disfluentes o tartamudos, al punto que en los últimos 5 años prácticamente se duplicaron los casos en el consultorio público.

La famosa palabrita se ha utilizado como pocas para estigmatizar a quienes la padecen y hasta para asociarlos con la falta de inteligencia. De ahí la propuesta de cambiarla por otra con menos carga simbólica. "El mayor temor de un chico disfluente es que crean que porque tartamudea, es tonto o poco inteligente", contó Carolina Salguero, una de las dos fonoaudiólogas del Gabinete Veronelli.

"Por definición, decimos que la disfluencia es una alteración motora del habla. Y si hay un problema psicológico asociado, es como consecuencia de la disfluencia y no como causa de ella", dijo. Y agregó que "por eso, se encaran campañas internacionales destinadas a la toma de conciencia sobre esta problemática, en particular este 22 de octubre, fecha instituida para ello".

El avance de las tecnologías aplicadas a la medicina permitió tener un panorama más claro de qué es lo que pasa en el cerebro de alguien cuando tartamudea. "Hoy se sabe -explicó Salguero- que la disfluencia es una cuestión de funcionamiento en el área motora del habla, que se localiza en el hemisferio izquierdo del cerebro. Un mapeo cerebral, estudio que hasta hace algunos años no existía, permite ver que en un disfluente, hay una especie de rivalidad de los dos hemisferios".

El habla es un proceso que pone en funcionamiento muchos engranajes. Para la especialista, "un modelo de comunicación pausado en la familia, a la edad en que los niños empiezan a desarrollar su lenguaje (desde los 2 años y medio), previene la disfluencia. Pero si ésta aparece, lo primero que hay que hacer es concurrir a la consulta fonoaudiológica para saber si se trata de una disfluencia típica de la edad, que no requiere tratamiento, o una atípica, que sí lo requiere. Y lo que no hagamos entre los 2 y los 6 años, que es cuando todavía podemos educar al cerebro en este sentido, después difícilmente podamos arreglarlo".

Hablar pausado, dar importancia a lo que el niño dice y no cómo lo dice, respetar los turnos de habla y sostener con la mirada son los consejos para los padres de chicos disfluentes. "En cuanto a las maestras, que muchas veces son las que detectan el problema, la recomendación pasa por evitar la burla entre compañeros, ser ellas mismas un modelo de comunicación pausado, no corregir y derivar a tiempo a un especialista", concluyó Salguero.